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'Gangs of Wasseypur. Parte I': Crónicas del Salvaje Este

Vía El Séptimo Arte por 25 de abril de 2014

Se apagan las luces de la sala, se enciende el proyector y aparece en pantalla una mujer con una cantidad de maquillaje superior a la de dos veces su peso corporal. Al parecer se ha puesto su vestido de gala, que a ti sólo se te ocurre definirlo como... ''peculiar'' (ciertamente, has tenido días más inspirados). Piensas, también, que por mucho menos, le pidieron a los responsables de aquel anime que se cortara un poco con los ataques de colorines, que ya estaba bien de causar ataques epilépticos a los mocosos de medio mundo. Justo antes de que te pierdas para siempre en lo más profundo de tan peculiar selección cromática, un sonido infernal te devuelve a la Tierra. A la tipa le ha dado por cantar. Se entiende, ha abierto las puertas del balcón de su casa y afuera los pajarillos se han adelantado a la jugada. ¿A quién no le han entrado ganas de hacerlo alguna vez? Lo que ahora mismo quieres hacer es partirte de la risa, pero descubres que al espectador de la butaca de al lado disfruta con el show, de modo que, por educación (que no debería perderse nunca) te callas. Al cabo de media hora, por cierto, has muerto por parálisis cerebral.

Un escenario, un arma y un solo culpable del crimen. ¿Quién mató al pobre espectador desprevenido? Esa anomalía geográfico-histórica (sobre todo en lo que a cine se refiere) llamada India. Con un nivel productivo inabarcable (en términos cuantitativos, claro) y unos gustos al margen de lo que podríamos denominar como ''resto-del-mundo'' el caso de Bollywood sigue siendo para algunos un amargo sujeto de estudio que incluso a día de hoy se resiste a una respuesta plenamente satisfactoria. De momento, y a falta de algo mejor, toca conformarse con aquel odioso tópico: ''Para gustos, los colores'' (nunca mejor dicho). Qué rabia... Ante esto todavía no se ha encontrado ninguna medicina que funcione. Y mientras ésta no aparezca, millones de consumidores seguirán riéndole las gracias a la propuesta... sólo que a ti te parecerá estar viendo una porno con un sufijo que no concuerda con tus preferencias sexuales. Las filias de unos son las fobias de los otros. No hay más, sólo una señora con toneladas de maquillaje, mirando ilusionada al horizonte y entonando las primeras notas de su alegre cancioncilla. Hasta que...

El televisor que en realidad estaba enfocando la cámara, estalla en mil pedazos. Alguien le ha pegado cuatro tiros al maldito aparato. ¿Dios existe? A saber. Lo que es seguro es que una panda de gangsters acaba de hacer una entrada triunfal a lo Billy el Niño. Tres cuartos de lo mismo para quien dirige el cotarro. A lo Orson Welles, pero en plan bestia: el director Anurag Kashyap da el pistoletazo de salida a su faraónico díptico 'Gangs of Wassweypur' con una redada en forma de plano-secuencia no apto para cardíacos. En plena noche, cuando las calles parecían más tranquilas, unos pistoleros se dedican a disparar y a no hacer preguntas. Sobran: el objetivo (humano, por supuesto) se ha identificado y localizado. De lo que se trata aquí es de sacarse de encima todos los estorbos que se planten en medio del camino. El violento episodio sirve obviamente para marcar el tono predominante, para mostrar músculo, pero sobre todo para torpedear, literalmente, la imagen que teníamos de la cinematografía india.

Que le den, sinceramente, y sin remordimientos. A rebufo pero sin tragar humo: Kashyap se empapa de la mejor tradición del cine de gangsters... y la hace suya. Algo así como una terapia de shock, pero teniendo en cuenta las necesidades del paciente. Cuando menos los esperábamos; cuando nos temíamos lo peor, el televisor explota y el producto que tenemos ante nuestros ojos no sólo es soportable, sino altamente disfrutable. Del mismo modo, 'Gangs of Wassweypur' (al menos su primera parte) consigue que una película bajo la bandera de la India no sólo no se antoje -alérgicamente- marciana, sino que además se convierta en un orgullosísimo miembro del club al que sin duda pertenece. Hablamos pues de la occidentalización de ese ''Far East'' indomable... sin que por el camino se haya perdido ni un solo gramo de su inconfundible esencia.

El relato criminal de altos vuelos adquiere aquí la entidad que su propia naturaleza exige, convirtiéndose el conjunto en una sólida, convincente, divertida (como atestiguan sus numerosas pinceladas de humor negro: ''Basta ya de derramar sangre... ¡a partir de ahora nos dedicaremos a la extorsión!'', declara uno de los protagonistas) y a ratos impactante (véase el crudo tratamiento de la violencia) película en la que, como mandan las Sagradas Escrituras, se suceden, entre baños de sangre, las luchas atávicas entre varios clanes / dinastías familiares. Kashyap quizás sea un poco demasiado deudor de unos códigos que se respetan hasta la última coma (las goriláceas tensiones matrimoniales, la resolución de los momentos más comprometidos a nivel de guión, incluso el por lo visto innegociable recurso de la voz en off de uno de los protagonistas), pero a cambio se ríe con cariño de todos aquellos tics (esos arrebatos horteras...) que han hecho de su industria algo tan irritantemente extraño a ojos foráneos, y permite de paso que veamos, en el más recóndito de los lugares (cinematográficos), destellos de maestros de la altura de Francis Ford Coppola o Martin Scorsese.

No sólo esto, también se las ingenia, y ahí viene lo realmente importante, para hacer caber un modelo tan general en unas latitudes y circunstancias únicas. Era complicadísimo. Así, entre disparos, puñaladas y detonaciones de explosivos se filtra el certero retrato de una nación y un pueblo traumatizados por una historia propia -terriblemente- traumática en todos los niveles. El -amplísimo- concepto del poder, habitual eje vertebrador en este tipo de narraciones, no sólo pesa en los avatares de los caciques / capos mafiosos, sino en un país entero saturado por las transmisiones y consiguientes vacíos en dicha categoría... y de paso, la teoría general de los géneros cinematográficos nos lleva allá donde empezó todo: el western. Solo que esto es el Salvaje Este. Estupendo... y esperando a que la televisión vuelva a reventar en el siguiente episodio.

Nota: 7 / 10

Por Víctor Esquirol Molinas

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