Basada en el famoso videojuego “Dungeon Siege”, ‘En el nombre del rey’ cuenta la historia de un reino medieval condenado a su desaparición debido a la codicia de un mago que, haciendo uso de sus increíbles poderes, conspirará contra el rey para hacerse con el control del mundo conocido. Mientras, la vida de un humilde granjero da un vuelco al afectarle directamente la guerra que se produce en sus tierras. Sin saberlo, emprenderá un viaje no sólo para salvar a su familia, sino también para jugar un papel trascendental en la contienda.

En el primer día Uwe Boll descubrió ‘The Matrix’. Y vio que era bueno. En el segundo día hizo ‘House of the Dead’, y vimos que el famoso “bullet-time” y los travelling circulares podían llegar a ser horribles (eso sí, hubo gran regocijo). En el tercer día Uwe Boll jugó a ‘Alone in the Dark’ y ‘Bloodrayne’. Y vio que era bueno. En el cuarto día dirigió sus correspondientes adaptaciones para la gran pantalla, y aunque volvió a haber gran regocijo, vimos que era muy malo. En el quinto día Uwe Boll visionó la saga entera de ‘El Señor de los Anillos’ de Peter Jackson. Y vio que era bueno. En el sexto día realizó ‘En el nombre del rey’. Como no podía ser de otra forma manera, hubo gran regocijo… pero vimos de nuevo que era malo. En el séptimo día Uwe descansó. Y así fue.

Sagradas escrituras aparte, con el paso del tiempo no he podido evitar encariñarme con este entrañable personaje. Considerado por muchos como “el Ed Wood contemporáneo” (lo cual es una manera fina de considerarle como el peor director del panorama cinematográfico actual), Uwe Boll responde a las pésimas críticas que va recolectando a base de nuevas películas o propinando palizas -literalmente hablando- a todo aquel que ose contradecir su divina palabra. Así las cosas, aunque haya terremotos, aunque los gobiernos cambien y aunque haya crisis económicas, sabemos del todo seguro que el odiado cineasta de origen alemán va a deleitarnos cada año como mínimo con una de sus excentricidades. Una cita ineludible para todo amante de la basura en estado puro.

Eso sí, tragándonos el orgullo hay que admitir que el bueno de Uwe ha conocido cierta evolución positiva en su carrera. Sí, partía desde uno de los listones más bajos jamás conocidos. Sí, sus películas siguen siendo horrorosas. Pero siendo justos, de ‘House of the Dead’ (el trabajo que le dio la “fama” internacional) a ‘En el nombre del rey’ parece que haya un abismo. Los diálogos siguen siendo insufribles, la dirección de actores es pésima (por su caracterización y por sus gestos, el villano Ray Liotta parece sacado de un espectáculo de magia de Las Vegas) la forma de enlazar escenas es de chiste, las coreografías parecen sacadas de una función navideña de cualquier colegio, y un grandísimo etcétera. Pero me reafirmo en lo dicho, hay leves indicios que sugieren que este “nuevo Ed Wood” poco a poco va aprendiendo: el tratamiento de la imagen por ejemplo, que siendo una triste sombra de las grandes películas del género, hasta hace bien poco hubiera sido insospechable viendo los antecedentes del Sr. Boll.

Conviene recordar aquello de que aunque Uwe se vista de seda, Uwe se queda. Aunque sea de admirar el intento de tapar sus evidentes carencias, es tarea imposible no quedarse dormido en alguna que otra parte de esta interminable odisea (yo admito que no lo conseguí, aunque eso en absoluto repercute en la valoración final de la historia). Una película que a pesar de disfrazarse con un envoltorio que podría llegar a dar el pego, irremediablemente acaba cayendo por el peso de la incompetencia de su comandante. Un director que si nos fijamos en su línea levísimamente ascendente, nos lleva a pronosticar que en aproximadamente una década, quizás llegue a hacer un producto potable. Ya se verá.

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