Lo malo de
creer en las segundas oportunidades es que dicha filosofía debe aplicarse a otras (todas, a ser posible) esferas de nuestra vida, incluyendo en ellas al cine, arte donde, por definición, abundan seres demasiado propensos a proporcionarnos disgustos. M. Night Shyamalan, por ejemplo, quien en su día fuera considerado, con todo merecimiento, como uno de los cineastas más interesantes del panorama internacional, se empeña en poner a prueba la solidez de nuestro credo. ''Que no me engañas, que recuerdo que fuiste buen director...'', nos decimos una y otra vez sus fans al ver sus últimos trabajos. ''... Que seguro que a la próxima vuelves a demostrarlo'', decimos después, aunque con voz cada vez más débil. El convencimiento se desvanece muy poco a poco, así que no hay que sufrir, porque por increíble que parezca, ahí estaremos el día del estreno de la nueva de Shyamalan, prestos a darle la enésima penúltima oportunidad.
Después, tal vez, y sólo tal vez, se nos vuelvan a reír en la cara, pero ¿y qué? La que en su día también se rió mucho (mejor decir ''burló'') de nosotros fue la directora Emmanuelle Bercot, quien tuvo la inmensa suerte de que su infumable y enervante proyecto colectivo de 'Los infieles' se estrenara a rebufo del fenómeno-sorpresa 'The Artist' para así poder aprovechar el encanto ganador de Jean Dujardin, así como la normalmente catastrófica coletilla de ''De los tíos que te trajeron...''. Increíblemente, se le permitió salir viva después de gastarnos tan pesada broma. Increíblemente, la comunidad cinéfila le concedió el indulto, otorgándole el honor (?) de cerrar la Sección Oficial a Competición de la 63ª Berlinale. Así pues, como no podía ser de otra manera, el cine francés tuvo la última palabra en otro gran certamen. La encargada de pronunciarla, más que ser Emmanuelle Bercot, fue
Catherine Deneuve.
La vedette toma de nuevo las riendas de
un show concebido para su lucimiento y, como suele pasar, en este sentido, las expectativas se ven gratamente recompensadas. En 'El viaje de Bettie', la antaño Miss Bretagne se ve, de un segundo para otro, abandonada por su amante y con un negocio familiar que se hunde. A los sesenta y... algo, años de edad, el cuerpo ya no está para estos trotes. Toca poner pies en polvorosa. Escapar; evadirse de tan desalentadora realidad. El coche al rescate. Con el piloto automático puesto, agarra el volante de su vehículo y se pone a conducir primero por las calles de su pueblo, y más tarde por las carreteras de Francia, dando así el pistoletazo de salida a una
estilosa (al menos en lo que a títulos de crédito se refiere... perdón)
road movie que poco a poco va derivando en una cinta que ahonda en los muy sobados pero a la vez siempre
jugosos lazos que componen cualquier familia.
Y es que cuando todo apunta a que el compañero de viaje va a ser la soledad (si acaso amenizada por los fantasmas del pasado, así como por los encuentros ocasionales con personajes más o menos pintorescos), entra en escena el nieto (¿o es la nieta?) de la sufrida protagonista. Habemus
extraña pareja; cuyos componentes están condenados a entenderse, por supuesto. Y así se abre la clásica caja de los truenos.
Nada que no hayamos visto / oído / sentido antes con relación a los sempiternos duelos inter-generacionales o al -amargo- olvido que se presupone en cada vínculo de sangre. Sin embargo, la batalla de egos, bien calibrados todos ellos por Bercot, funciona como un reloj suizo.
No deslumbra, tampoco acaba de enganchar en ningún momento, pero se sigue y se come con una facilidad más que bienvenida.
Mérito, como en casi todas las películas, compartido por el conjunto, pero a efectos prácticos atribuible casi exclusivamente a Madame Deneuve.
La veterana actriz de París vuelve a confirmarse como garantía total de calidad, y analizando su última interpretación se entiende cómo funciona el producto en general. Si bien las conclusiones que se extraen de estas
dos amenas horas de metraje no sorprenden, no por ello dejan de ser placenteras (es más, quizás sean así precisamente porque no sorprenden). Al fin y al cabo, ella (''Elle'', en el título original) no precisa de segunda oportunidad alguna, porque ''Elle'', una vez más, demuestra que
hay pocas que le hagan sombra en esto de reírse, escandalizarse, ruborizarse, emocionarse... haciendo ver -y es complicadísimo- que no existe este imprescindible pero también engorroso intruso llamado ''cámara''.
Nota:
5,4 / 10
por Víctor Esquirol Molinas