Ya lo comentamos a principios de 2012 con aquel falso "reloaded" de la franquicia: que no sería la última visita de los Teleñecos a la gran pantalla. Por supuesto. 165 millones de dólares fue lo que recaudó en todo el mundo aquella cinta, una cifra modesta, nada espectacular, pero más que suficiente como para hacer negocio; más que suficiente para recordarnos a unos cuantos que los Teleñecos seguían existiendo (aunque fuera con otro nombre); y más que suficiente como para aprobar una secuela... en la que no ha participado Jason Segel, el principal valedor de aquel primer séptimo filme. Una pérdida sustancial y que, tal vez, marca una diferencia considerable, la que pueda haber entre dar vida a una marioneta y mover una marioneta.
Cuando Disney se hizo con los derechos de los Teleñecos en 2004 lo hizo con una intención muy clara. Y nadie le puede culpar por ello, a decir verdad. Siete años tardó la compañía en dar con la combinación, para que pudiéramos ver en la gran pantalla lo que muchos nos temíamos que sería un spot promocional de cara a la venta de muñecos. Pero he aquí que, al igual que sucede con la reciente 'La LEGO película', el resultado tumbó de pleno aquel temor. La clave puede que la encontrásemos en el actor y guionista Jason Segel, para quien el proyecto suponía algo más que un buen cheque o una nominación al Oscar a la mejor canción. La idea era rendir un sentido y respetuoso homenaje a un show con el que no nos cabe duda había crecido (como muchos de nosotros), unas intenciones tan sinceras y honestas que se vieron reflejadas en aquella simpática función.
Sin embargo aquella sinceridad y honestidad parece, dan la sensación, de haber desaparecido en este derivado que intenta reeditar los (modestos) logros de aquella por la vía rápida. Una especie de imitación, de eco surgido antes de la necesidad industrial que de la necesidad creativa. Esto es, uno de los peores condicionantes de trabajar en el seno de una industria, la necesidad de exprimir al muñeco de los huevos de oro; esto es, otro de los peores condicionantes de trabajar en el seno de una industria, la necesidad de lanzar un producto para ocupar un hueco en el calendario, esté listo o no. En parte y como quien dice, lo mismo que este texto (ya que nos ponemos). El resultado puede dar el pego, llegado el caso hasta distraer e incluso, en un acto manifiesto de compasión, provocar que ignoremos a ese adulto que todos llevamos dentro. Pero ni aún así.
Este "tour" resulta una broma demasiado fácil. Evidente. Gratuita. Pobre. Y particularmente "desaboría" cual Coca-Cola sin gas. La propia película abre con una canción, "hay una secuela", que aparenta parodiar lo que a la postre es una advertencia: que esta segunda octava película carece de apego, interés o motor emocional. Lo que en el primer séptimo filme funcionaba en éste no lo hace; lo que resultaba agradable en este llega a ser molesto; lo que parecía tener vida en este parece un muñeco al que le han metido una mano por el.... cameos incluidos, a todo esto, tan desaprovechados que duele. El manual aplicado de forma funcional, el concepto resuelto a través de la frialdad de los números. Esta floja continuación vive de las rentas y el logo de Walt Disney, básicamente, de la morriña y bondad derivada que uno pueda sentir. ¿Un hombre o un Muppet? Ni la o con un canuto...
Nota:
4
Por Juan Pairet Iglesias
Alguna sí, como hay entre medias escenas o chistes que pueden tener su gracia. Pero el resultado e impresión general es de apatía, y peor aún, acaba aburriendo al no tener ningún propósito en particular.
Y es que donde la primera parte había un homenaje tan mimado cómo divertido, aquí solo hay secuela en el que los Muppets tienen que hacer algo y agún chiste sin más. Y es que ni las canciones se pueden comparar con su primera parte. Una primera parte que he revisionado varias veces de la que sali, no solo satisfecho del cine, si no, tarareando un par de sus canciones.
Se veia venir el bajón de calidad en esta secuela, pero aún así, el sabor de depeción permanece.
Un 5 pelao' dónde la primera llegaba, para mi, al 7,25. Y estoy siendo generoso por que son ellos, "los muppets" y es una de las pocas -¿única?- películas de hoy en día dónde los personajes de fantasía protagonistas siguen siendo "reales" con un resultado tan palpable que le aportan un toque entrañable, en lugar del cada vez, -y en muchos casos innecesario- más abusado CGI.
Caos y espectáculo. Nota: 5,5.
Los teleñecos pueden dar para mucho más, ya lo hemos visto. Mala, y me duele decirlo porque me encantan.