Alex, un niño de ocho años, empieza a sentirse fascinado por la violencia en la televisión. Tiene problemas de comunicación con sus padres y sus compañeros de colegio y se encierra en sí mismo, inventándose dos amigos imaginarios, el astronauta Capitán Harry y su alter ego, el Sargento John Cluster. Cuando su madre da a luz a sus hermanos gemelos, Álex se siente aun más solo ya que los recién nacidos monopolizan la atención de los padres y el niño opta por rechazar esta nueva situación familiar, así como cualquier otro principio que se le haya podido inculcar hasta el momento.
Más de un año después de su presentación en la 43ª edición del Festival de Cine Fantástico de Sitges, llega el nuevo trabajo de Christian Molina, 'I want to be a soldier (De mayor quiero ser soldado)', que, con la participación estelar -y testimonial- de actores tan prestigiosos como Danny Glover o Robert Englund, cuenta la historia de un niño de diez años cuya vida va a cambiar repentinamente, en todos los sentidos. El nacimiento de sus hermanos gemelos le hará sentir desplazado, y a partir de ahí buscará otras fuentes de afecto que no harán sino aislarle todavía más del mundo que le rodea, a la vez que su comportamiento irá siendo progresivamente más violento.
Recuerdo que en el colegio, cuando éramos pequeños y a alguien de nuestra clase se le ocurría quejarse de la carga de deberes o de exámenes varios a la que nos sometían los profesores, ellos nos contestaban inmediatamente, sin pestañear. Ciencias naturales, lengua inglesa, matemáticas... no importaba qué maestro fuera el encargado, pues la respuesta a nuestros berridos era siempre la misma. En aquella edad, éramos algo muy similar a una esponja. Esta comparación se refería a que, jamás en nuestra vida seríamos tan receptivos a los estímulos de nuestro entorno, y que por esto en aquel momento intentaban meter en nuestro cerebro cuanta más información mejor, precisamente por nuestra inmensa capacidad de asimilación.
Lo que los pedagogos veían como una bendición, Christian Molina lo presenta como la peor de las pesadillas, sobre todo si este estado intelectual viene acompañado por otras circunstancias, que son las que afectan al protagonista: una vida hogareña cada vez más insoportable, al no ser ya el rey de la casa y al desgastarse drásticamente la relación entre sus padres; la siempre complicada tarea de encontrar el puesto deseado en la pirámide social del colegio; y obviamente, el océano de malas influencias que le rodean, especialmente los mass media, con especial fijación por la caja tonta (aunque sería más justo hablar de "violenta").
Júntense todos estos ingredientes, agítense con fuerza y caliéntense a fuego lento mientras se practica uno de los deportes favoritos de este país: el zapping, estimulador y a la vez asesino en serie de neuronas. El resultado será un cóctel explosivo... o por lo menos -una vez más- violento. Violencia será precisamente la única manera que tendrá el pobre -o no tanto- chaval de moverse por este loco mundo, ya sea para reclamar sus derechos, ya sea simplemente para que los demás se percaten de su existencia y de sus necesidades, algunas mucho más banales que otras. Así, de puñetazo en puñetazo; de palabrota en palabrota, la tensión irá creciendo alrededor del joven Alex, al tiempo que su micro-universo se vaya desmoronando a un ritmo cada vez más vertiginoso.
Bulling, desatención, malas influencias... tenemos los elementos necesarios para que el director y co-guionista de la cinta se vaya de excursión por unos terrenos en los que es muy fácil entrar, pero tremendamente complicado salir ileso. Afortunadamente Christian Molina se las ingenia para filmar un drama familiar interesante, de tonos oscuros porque la ocasión lo requiere, generalmente bien llevado y complejo. Es de apreciar el intento de que el conjunto no caiga en la brocha gorda (consiguiéndolo casi siempre), y que se muestre en permanente búsqueda de las razones (y los culpables, que no son precisamente pocos) que expliquen de dónde surge esta nueva monstruosa generación de pequeños déspotas que se supone que algún día deberán gobernar el mundo... si es que no lo hacen ya. Bajo una dosis quizás excesiva de moralina, una verdad como un templo que empieza con aquello de ''quien esté libre de pecado...''
Nota:
5,5 / 10
Por Víctor Esquirol Molinas