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'Calle Cloverfield 10' - Déjame salir

Vía El Séptimo Arte por 18 de marzo de 2016

Una vez convencidos de que aquella situación iba para largo, Michelle y Emmett decidieron hacer un plan mental para superar lo que se les venía encima. El truco consistía en no pensar demasiado en su actual situación; en mantener la mente ocupada con tonterías. Lo que fuera, con tal de alcanzar la tan ansiada evasión. Escapar de aquella ratonera era imposible. Lo era al menos en el plano físico, no había dudas al respecto. Los muros no podían atravesarse; las puertas no podían ser derribadas... pero mientras el cerebro no pensara en esto, lo males no pesarían tanto. De modo que los dos intrépidos protagonistas se pusieron a hurgar, previo permiso obtenido, en la estantería de Howard. Allí encontraron lo que buscaban. DVD's, cintas VHS, juegos de mesa y algún que otro artilugio cuya finalidad no estaba del todo clara. Mejor así. Una excusa más para perder el tiempo; para empujar un día más, en espera de que las cosas, ahí fuera, mejoraran un poco. Mientras esto no sucedía, lo importante era que ante ellos acababan de presentarse horas y horas de valiosísimo entretenimiento, a punto de ser inauguradas. Y a ello fueron.

Empezaron desplegando uno de esos tableros que, en anteriores ocasiones, tantas familias y grupos de amigos habían destrozado. Los juegos que ponían en competencia las habilidades más o menos mentales de sus jugadores, y las combinaban con ese siempre desesperante toque de azar, tenían esto, que despertaban algunos de los instintos más tenebrosamente primarios del ser humano. En aquella habitación, el ambiente ya estaba suficientemente cargado, pero era una circunstancia con la que Michelle y Emmett pensaban lidiar. De nuevo, lo que hiciera falta con tal de que sus pensamientos no compartieran el encierro al que estaba sometido su cuerpo. De modo que empezaron a jugar, y los turnos, al igual que las puntuaciones, fueron alternándose alegremente. Aquello funcionaba. Las sonrisas rodearon una mesa que, hasta aquel momento, sólo había presenciado caras largas. Cuando las primeras tensiones empezaron a notarse entre los contrincantes, salió al rescate la videoteca de Howard, quien para la ocasión decidió que ya iba siendo hora de que aquellos chavales aprendieran la diferencia entre 'La chica de rosa' y 'Dieciséis velas'. La excusa coló, y las risas volvieron a imponerse a la amargura.

Hasta que John Hughes se quedó sin historias de teenagers. De nuevo, silencio en la sala. De nuevo, aquella claustrofobia... aquel mal rollo insoportable, capaz de convertir en tétrico algo tan festivo como el ''Tel Him'' de los Exciters. A cada segundo que pasaba, las paredes se encogían, la cantidad de oxígeno caía en picado y el filtro del aire sonaba más y más fuerte. Justo cuando el estruendo de la maquinaria amenazaba con hacer reventar los tímpanos del personal, otro ruido entró en escena. Éste venía del exterior, es decir, de más allá de los límites de la supervivencia; de ahí donde no se podía salir (o entrar, dependiendo de cómo se mirara). La distancia y las capas de hormigón armado lo distorsionaron todo... ¿Qué fue aquello? ¿Un helicóptero? ¿Un coche? ¿Una explosión? Imposible determinarlo. Sólo había una cosa segura, que aquel estruendo sonaba a amenaza. De hecho, hacía tiempo que todo lo que venía del exterior daba mucho miedo. No era de extrañar, pues de ahí sólo llegaban pistas del mismísimo Apocalipsis. ¿Quiénes eran sus jinetes? ¿Los rusos? ¿Los norcoreanos? ¿Un grupo terrorista? ¿Los extraterrestres? ¿Un loco con ganas de comandar experimentos sociológicos? A saber. En cualquier caso, tocaba reforzar las defensas, atrincherarse aún más, y por supuesto, seguir animando a las neuronas. ¿Qué tocaba ahora? ¿Un puzzle? ¿De 1500 piezas? Vale, sí, ¿por qué diablos no?

A Howard y a Emmett la idea les pilló un poco cansados (el estrés, ciertamente, era agotador), de modo que se fueron a dormir, pero Michelle no iba a conciliar el sueño tan fácilmente, de modo que se puso a ello. Veamos... esa pieza iba allí, y la otra allá, y la otra un poco más allá... Y cuando se despertó, su puesto había sido remplazado. La figura que dibujaba el rompecabezas no estaba aún del todo clara, pero ya podía intuirse que aquello iba a ir de animales. ¿Una ballena? ¿Un perro? ¿Un felino, quizás? Sí, aquello definitivamente era un gato, pero ¿qué le pasaba? ¿Llevaba puestas unas gafas de buzo? ¿Y estaba dentro de una pecera? Daba esta sensación, sí, pero nadie podía poner la mano en el fuego. La imagen era demasiado rara, y estaba demasiado inacabada como para hacerlo. Así pues, el enigma se quedó ahí, irresuelto. Conscientes de que las partes que faltaban para completar el conjunto no aparecerían jamás, los compañeros de juego volvieron a despejar la mesa, dejaron la caja donde la habían encontrado y volvieron a sus respectivas camas, no sin antes dedicar unos últimos pensamientos al maldito puzzle. Qué tontería, ¿no? Qué perdida de tiempo, ¿no? Pues sí. Un poco sí, pero con la coña, el cerebro ya había obtenido lo que tanto ansiaba. Y seguiría dándole vueltas al asunto, porque todo aquello (no podía evitarlo) le interesaba. Hasta le obsesionaba.

De esto último sabe mucho J.J. Abrams, productor y claramente principal cabeza pensante tanto detrás de la película que ahora nos ocupa, como de la saga a la que ésta representa. Y maldito el día en que al genio (de los cojones) se le ocurrió cambiar el título 'Cloverfield' por 'Monstruoso', por aquello, suponemos, de hacer el producto más accesible al muy inaccesible público de salas españolas. Ocho años se van a cumplir ya de aquel impactante film found footage de Matt Reeves y Drew Goddard (y Abrams, por supuesto), en el que una especie de Godzilla arácnido surgido de las profundidades del océano, arrasaba media ciudad de Nueva York... ocho años pues de espera para seguir indagando en aquel interesantísimo universo... solo para darnos cuenta de que 'Calle Cloverfield 10' no era la secuela que esperábamos. Y a partir de aquí, los verdaderamente interesados en el producto, deberían replantearse lo de seguir leyendo, ya que el primer largo de Dan Trachtenberg es uno de estos trabajos cuyo disfrute se maximiza si el primer contacto se hace desde la más religiosa virginidad. El tráiler aprobado por la Paramount y Bad Robot, estupendamente montado, cabe añadir, quizás cuenta demasiado... y los críticos de cine (que más que malas personas, somos torpes), por ahí vamos, también.

Dicho esto, volvemos al punto de partida, que no es otro que ese primer avance, que ve la luz a falta de sólo dos meses de la presentación oficial en sociedad de la criatura. Abrams, una vez más, demuestra su control magistral de los tempos publicitarios. Lo mismo vende una película a fuego lento, a ritmo de cuentagotas, y en un proceso que puede alargarse años (véanse sus Star Trek y Star Wars), como lo resuelve todo a la velocidad de la luz. Entre que le dimos al play por primera vez al tráiler y asistimos al pase de prensa, apenas nos alcanzó el tiempo para repasar la cronología del parto ('The Cellar', que pasó a llamarse 'Valencia', ahora era 'Calle Cloverfield 10', el misterioso proyecto en el que Abrams había estado trabajando durante los dos últimos años) y para analizar el CV del tal Trachtenberg, donde aparecía, entre otros cortos, uno dedicado a la imprescindible saga de videojuegos 'Portal'. Con esto, y claro está, con todas las cábalas que nos habíamos montado, entramos algunos a la sala de cine... Al salir de ella, el maldito puzzle seguía inconcluso, lo cual no hizo sino reafirmar el toque de quien en su día creara, no lo olvidemos, ese hito televisivo llamado 'Perdidos'.

Esa -bendita- frustración, resultado directo de la aglomeración de preguntas medio-respondidas, es parte de la gracia; del juego en el que tan a gusto se siente Abrams, ese gurú con tal poder de convocatoria que hasta consigue hacerse con los servicios de Bradley Cooper... para que éste sólo ponga su voz en una conversación telefónica. Como en aquella isla reclamada por la Iniciativa Dharma, la experiencia se alarga, siempre al gusto del consumidor, mucho después del visionado (en serio, ¿seguro que no seguimos en la escotilla de la Estación Cisne?). Si con lo visto no ha tenido ud. suficiente, consuélese pensando que los foros de internet seguirán proporcionándole horas de puro disfrute relacionado con la materia. Entonces, ¿qué es 'Calle Cloverfield 10' con respecto a 'Monstruoso'? ¿Y 'Monstruoso' respecto a 'Calle Cloverfield 10'? ¿Una secuela? ¿Una precuela? ¿Un spin-off? No está claro (¿no es genial?), de modo que lo dejaremos en que son dos piezas conectables, pero no necesariamente conectadas. A aquel gato le faltaba, mínimo, un ojo, y a este dibujo le faltan también partes fundamentales. Ahí está el encanto, en este vacío que puede ser rellenado, a discreción, por la imaginación del espectador. De nuevo, que cada uno se pelee con el rompecabezas cuanto le plazca... y si no hay ganas, siempre se puede disfrutar con cada pieza por separado. ¿No es ésta la definición de serie ideal? Y ya que estamos, ¿no lo fue en su momento, allá por la década de los 60, 'The Twilight Zone'?

La obra magna del gran Rod Serling, que sigue alargando su influencia hasta nuestros días, estaba compuesta por un sinfín de historias que poco o nada tenían que ver las unas con las otras. El colágeno que unía las piedras del mosaico era el espíritu. Las ganas de jugar con el espectador; de desconcertarle (y cautivarle) a base de giros de guión; de divertirle mientras se le hacía pensar; de demostrarle que no había nada mejor que la improbabilidad de la ficción de género para reflejar la más cruda realidad. Recordemos, sino, el imprescindible episodio 'The Monsterts Are Due on Maple Street', en el que una -aparentemente- apacible comunidad de vecinos asistía a su propia destrucción, no por la amenaza de una inminente invasión alienígena, sino por los rencores y prejuicios hacia el prójimo que durante tanto tiempo habían ido cultivando. Volviendo al año 2016, por si el título no daba ya suficientes pistas, no está de más recordar que uno de los motos de 'Calle Cloverfield 10' es recordarnos que ''Los monstruos tienen muchas formas''. Demasiados puntos en común como para no atreverse con las conclusiones. ¿Y si ''Cloverfield'', como aquella ''Dimensión desconocida'', no fuera más que un término para designar un acercamiento único al cine de género?

No nos referimos sólo a la sci-fi de bajo presupuesto (y de presumible máxima rentabilidad), sino más bien a la voluntad de ofrecer nuevas -y estimulantes- experiencias a través de la pureza del guión (donde resalta el nombre del niño prodigio Damien Chazelle) y la dirección. Así pues, que le den a la continuidad argumental. Ésta no importa cuando cada píldora, por separado, proporciona tanto gozo. En esta segunda entrega del mundo ''Cloverfield'', se cambia la espectacularidad inmersiva del formato por la contención explosiva del cine de encierro. Tanto por el gusto por la asfixia como por rasgar con el bisturí las fibras débiles de un colectivo bunkerizado en sus propios miedos, y en su consiguiente adoración enfermiza a la seguridad (correcto, no andamos demasiado lejos de la excelente 'Take Shelter'). La movilidad extrema de Reeves es remplazada por una contención gestionada con nervios de acero. La apertura de la cinta, de un silencio dialogado magnético que resalta la banda sonora (tal y como le gusta a Abrams, por cierto), empieza ya a jugar con lo que se muestra y con lo que se tapa. Cada plano y cada movimiento de cámara parece calculado al milímetro, pensando siempre tanto en lo que queda dentro como fuera del encuadre. La curiosidad de la audiencia sigue el mismo camino que el trazado por la tensión narrativa: un in crescendo que se detiene bruscamente cual coche accidentado en medio de la carretera. Y ya estamos dentro. Enterrados bajo tierra. Atrapados. Con las presentaciones y las explicaciones mínimas... las justas para que empiece a activarse esa parte del cerebro adicta a los puzzles.

Y así durante la hora y media restante. 'Calle Cloverfield 10' es, al igual que las propuestas más interesantes de la factoría Abrams, una especie de juego interactivo en constante evolución y en el que, por una razón u otra, se invita a la audiencia a ser cómplice necesario del crimen. En esta ocasión, el juego constante con los géneros y la fidelidad innegociable con el punto de vista narrativo, hacen que la premisa, que es mínima, dé cantidades máximas de jugo. Los pocos metros cuadrados en los que se mueven John Gallagher Jr., Mary Elizabeth Winstead, y John Goodman (cada cual más magistralmente monstruoso) se exprimen al máximo, en pos de un elegante y poderoso híbrido entre thriller psicológico y ciencia-ficción de la buena, accesible al gran público pero sin miedo a jugar con sus propias reglas; que conjuga a la perfección la espontaneidad del entretenimiento (véase, por ejemplo, el alocado último cuarto de hora) con el poso de una metáfora que, al igual que Serling, nos habla de una sociedad con sobre-población de cadáveres, ya estén estos enterrados en el patio trasero o, por qué no, en el mismísimo subconsciente. El capítulo, de por sí, es casi perfecto. La serie, de momento, aunque no tengamos muy claro hacia dónde nos lleva, también. ¿Cómo no esperar con ansias la siguiente entrega? Y que sea lo que J.J. quiera.

Nota: 7,5 / 10

por Víctor Esquirol Molinas
@VctorEsquirol


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