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'Anarchy: La noche de las bestias': La bestia domada

Vía El Séptimo Arte por 25 de julio de 2014

La joven Daenerys Targaryen ya dejaba ver atisbos del dragón en que se iba a convertir, no obstante, a la pobre criaturita se le atragantaban los primeros pasos en ese mundo cruel. El horror la vio nacer y crecer, pero nunca se le había acercado tanto; nunca su amenaza había sido tan peligrosa. Cuando quiso darse cuenta, se le habían pasado los efectos embriagadores de la conquista, pues se topó de bruces con la naturaleza animal del hombre: destructora, sanguinaria, caótica... terrible. Por suerte, a su lado había un hombre que haría por ella lo que hiciera falta. Para empezar, y no era poco, compartir un poco de su sabiduría, adquirida por una muy venerable combinación entre edad y kilometraje. ''Hay una bestia salvaje en el interior de cada hombre, Khaleesi.'', dijo Jorah Mormont, ''Cuando pones en su mano una espada o una lanza y lo mandas a la guerra, la bestia asoma.'' Así de fácil.

Porque no hace falta ser un ándalo exiliado para darse cuenta de que el ser humano, ya sea de Westeros, de Europa o, faltaría más, de Estados Unidos, es una criatura potencialmente capaz de lo peor y que, de hecho, en demasiadas ocasiones parece que sólo esté interesada en demostrarlo. Es, para entendernos, la tentación de un lado oscuro omnipresente. La culpa no es nuestra, sino de que el mundo en el que vivimos es, simplemente, una mierda, y lo que más le gusta al conjunto de seres infames con los que compartimos oxígeno es inflarnos a más no poder las partes más sensibles. En un futuro no demasiado lejano, en los Estados Unidos de América, es decir, en la mejor nación que haya existido jamás en el planeta Tierra, el aire llega a estar tan cargado, y los genitales de sus ciudadanos tan hinchados, que tiene que hacerse borrón y cuenta nueva. ''Esto es un jodido desastre, señores'', piensan los Nuevos Padres Fundadores (si los primeros ya fueron tela marinera, esperen a éstos). ''Lo que se necesita aquí es un buen paquete de medidas drásticas.'' Dicho y hecho.

Así nació, hará más o menos un año (en el calendario real), ''La Purga'', ó lo más cerca que hemos estado los mortales de poder recrear las bacanales de Silvio Berlusconi. Todo permitido. Todo. Impunidad máxima, ya que durante doce horas, las fuerzas del orden harán como si aquí no pasara nada. El resultado, tan calamitoso como delicioso: ríos de sangre corriendo por las calles de una América renacida que, ahora sí, respira más tranquila. De acuerdo, quizás no hacía falta ir a visitar al imbécil del vecino con un machete, pero por una noche que se nos vaya el asunto de las manos, tampoco montaremos un escándalo... y lo más importante: lo a gusto que nos hemos quedado todos. Y así, con la bestia liberada y el rencor y la ira purgados, a tragar con otro asco de año, a empezar una nueva lista negra y sacarle brillo a las armas. Dios bendiga a los Estados Unidos y a los Nuevos Padres Fundadores.

Para ponerles nombre: James DeMonaco y Michael Bay. El primero ejecutando las voluntades oscuras del segundo. Ambos forrándose, por cierto. Las cifras del pseudo-sleeper 'The Purge: La noche de las bestias' cuadraron a la perfección. El índice de criminalidad bajó en la ficción, mientras en la opulentísima realidad la recaudación en taquilla trazaba un recorrido inversamente proporcional. Estaba escrito, igual que la llegada de una secuela que no se ha hecho esperar. En este sentido, el planteamiento de 'Anarchy: La noche de las bestias' es modélico. Como segunda parte que es, habla de lo mismo que la primera, pero desde una perspectiva diferente, como si de hecho hasta se hubiera atrevido a cambiar sus premisas más fundamentales... solo que no. En definitiva, que ni caso a los tráilers: es un más de lo mismo (ningún problema con esto) pícaramente recubierto de novedad (ídem).

''Complementariedad'' sería el término más adecuado, pues si uno de los principales alicientes de la antecesora era la asfixia yankee-bunkerizada del home invasion, ahora lo es la agorafobia, fruto de un entorno urbano extremadamente abierto, abocado a un frenesí guerrillero que viene a demostrarnos que, más de ocho décadas después de aquella visita a la isla del Malvado Zaroff, pocas cosas hay tan morbosas (cinematográficamente hablando, claro) que la caza humana. A nivel de contenido, la metáfora socio-política presente en 'The Purge: La noche de las bestias' adquiere más fuerza (que no consistencia), al coger el relevo del protagonismo una clase baja en pleno redescubrimiento de la conciencia ''We Are the 99%''. La lucha de clases, en su sentido más sangrientamente literal, servida en bandeja de plata. Lástima que el resultado final, a pesar de ostentar los siguientes calificativos, en realidad no sea ni tan inteligente ni tan salvaje como suena.

En caso de duda, consulte con los Nuevos Padres Fundadores, infinitamente sabios en su olfato divino por el negocio, pero irremediablemente humanos en su incapacidad a la hora de evitar tropezar dos veces con la misma piedra. Y es que a pesar de que los resultados de 'Anarchy: La noche de las bestias' sean satisfactorios (sobre todo teniendo en cuenta la serie B en la que juega), persiste aquel sabor semi-amargo de la primera entrega, causado por una dirección demasiado temblorosa, y una producción valiente... pero no lo suficiente. No olvidarlo bajo ningún concepto: sólo existe un dios, y se llama Box Office. El que afloja las pasta, como no podía ser de otra manera, lo tiene en mente, con que a pesar de que se divierta trasteando con un material potencialmente -muy- incómodo, no menos cierto es que está siempre al tanto de que la calificación por edades no se entrometa en los sagrados ritos recaudatorios. La bestia que tiene en propiedad es una pasada, pero conviene mantenerla amordazada.

Total, que llegada la hora de la verdad, no se sabe si Bay se echa para atrás (por lo que pueda pasar) o si DeMonaco simplemente no es capaz de cumplir con todas las expectativas. Lo bueno es que la duda puñetera, que se queda en el limbo de la irresolución (los precedentes de ambos no ayudan a esclarecerla), también se silencia por obra y gracia de unos fuegos artificiales bien racionados y, a la postre, correctamente explotados. Vale, la mayoría de balas disparadas son de fogueo y las armas cortantes llegan romas a la cita. Sería imperdonable... de no ser por ese encanto cutrele de Frank Grillo, o por la buena basculación inicial entre los distintos frentes, o por la alegre estupidez con la que se manosea la moraleja del cuento, o por cómo lucen las hordas del mal. Precisamente en el baile de máscaras fantasmagóricas y tatuajes imposibles se encuentre tal vez lo más parecido a una respuesta: Se reduce casi todo a unas apariencias tan cuidadas que hasta son capaces de tapar la práctica totalidad de carencias de las que adolece el producto. Y cuela, porque a pesar de todo, el resultado de la operación nos habla de un oscuro survival entretenido en su racanería; en su tontilla rabieta contra el ''1%''. De modo que, a prepararse para la siguiente Purga anual, porque las injusticias sociales siguen llamando a las armas... y la sed de sangre de las productoras es insaciable.

Nota: 5 / 10

por Víctor Esquirol Molinas

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