Hay días que apetece comer, días en los que uno quiere disfrutar de la comida y no le importa pasar cuatro horas en la cocina. Otros días en los que uno simplemente come porque es lo que toca, recurriendo si esta en casa a la cosa más fácil y rápida de hacer que encuentre en los cajones o el frigorífico. Y luego hay días en los que uno simplemente come pasta. 'Amor en su punto' vendría a saciar el apetito de uno de estos últimos días en los que, si acaso, nos trabajamos un poco el con qué vamos a acompañar dicha pasta. Puede que no sea el mejor plato del mundo... pero sí es el más fácil de comer y el que a más gente le suele gustar.
A nivel personal soy de esas personas que casi nunca piden pasta para comer fuera de casa. Sinceramente, soy un cocinero bastante malo. Y cuanto más esmero pongo en intentarlo más evidente resulta, tanto para mi desgracia como para los que sientan en la mesa a comer. Eso no quita para sepa hacer algunas cosas que incluso en boca de otros comensales también parecen, huelen y saben bien. Entre ellas cómo no, la pasta. ¿Quién no sabe hacer unos míseros espaguetis? ¿unos míseros espaguetis con tomate y queso rayado? ¿o con chorizo? ¿o con aceite, ajo y perejil? ¿o con lo que sea que encontremos en el frigorífico que no haya caducado? Incluso más fácil que hacer un huevo frito que parezca un huevo frito. Los espaguetis casi siempre quedan bien, y con los espaguetis casi siempre se queda bien. Con el huevo frito...
Así pues, ¿para qué pedir pasta en un restaurante... si es algo que fácilmente se puede hacer en casa? Por eso mismo, generalmente, cuando un servidor ojea un menú intenta pedir aquello que menos suela comer, aquello que más complicado le resultaría de hacer o aquello en lo que hay más posibilidades de que su torpeza quede en evidencia. Pero he aquí que hay en ocasiones en las que no apetece nada de lo que se encuentra, o que uno simplemente quiere comer y no le importa demasiado el qué. Y es entonces cuando pide pasta. Que viene a ser más o menos el momento cuando uno se pondría a ver 'Amor en su punto', que para entendernos de entre todos los posibles platos vendría a ser... ¿acaso no ha quedado claro? Un buen plato de pasta como otro cualquiera que sirve tanto para un roto como para un descosido.
'Amor en su punto' es una producción ligera aunque se le haya echado alguna que otra especia para no parecer tan ligera... aún sin dejar de serlo. Una "clásica" comedia romántica moderna con vocación de dramedia moralista bastante solvente en donde, una vez hecha la pasta, la base, y como suele ser costumbre será lo que sea para cada uno de nosotros el carisma de sus dos protagonistas, Richard Coyle y Leonor Watling, lo que decidirá el tamaño de una sonrisa tan amable y válida como superficial y criticable (por cuanto el filete se sirve poco hecho). Coyle me ganó con 'Grabbers', pequeña joya muy reivindicable del fantástico irlandés (que como Teruel existe), y Watling me ganó en cuanto bajo del autobús. Me vale, nos vale. No es un solomillo, esta claro, pero tampoco es una película para cuando tengamos ganas de comer... es más bien el plato del día, y porque de todo hay que comer.
Nota:
6,0
por Juan Pairet Iglesias