Vamos a ir directos al grano, que para perder el tiempo ya está una "película" (hoy nos hemos levantado generosos) que desde el minuto uno nos deja la pelota sobre la misma línea de gol para que casi, casi, casi no tengamos ni que empujarla para que entre, que la más humillantes de las derrotas por goleada es su estado natural y orgullo de facto. El tipo de encuentro en el que Cristiano Ronaldo se reivindica y mete hasta cuatro goles.

Es cierto que no cabe esperar gran cosa de una película como esta, mucho menos siendo la cuarta entrega de una franquicia que no se ha caracterizado, precisamente, por ofrecer un mínimo aliciente a prácticamente ningún ser que supere en altura a sus protagonistas. Piensa mal, que no acertarás; ponte en lo peor... y casi, que aún así es peor; peor incluso que las anteriores aunque sólo sea por eso mismo, por el mero hecho de existir.

Como algo así ha podido llegar hasta la cuarta entrega es un misterio que debería animar a la raza humana a replantearse su propia existencia, toda vez que nos deja en mal lugar ante cualquier posible extraterrestre que pueda observarnos desde el espacio exterior. Más de lo mismo, y lo más perezoso, ramplón y elemental que uno pueda concebir, en un monumental exponente de lo que el capitalismo puede llegar a concebir en nombre de la infancia.

Y así podría seguir un buen rato tratando de ser ingenioso sin necesidad de emplear ni un solo argumento cinematográfico: porque 'Alvin y las ardillas: Fiesta sobre ruedas' no es una película, es un monstruo que no se rige por las mismas normas. En especial para los adultos que se vean condenados por amor hacia esos retoños, pobres e ingenuos, que no saben que engendros así son las que nos ponen al borde de la existencia. ¿Será el karma?

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex