Como ya todo habreis imaginado, esta película está basada en la misma obra teatral de Reginald Rose, en la que se basó Doce Hombres sin Piedad. Lo que quiere decir que es muy difícil ver una película y no compararla con la otra, cuando entre otras cosas su director busca a veces dichas similitudes. Aun así, fui a verla con la pretensión de no hacer comparaciones y la misma pauta voy a intentar seguir con la crítica, ya que a mi entender son películas semejantes, pero muy distintas en su enfoque.
La película empieza con unos flashback un poco confusos (yo sigo meditando sobre ellos) que pretenden hacer entender al espectador antes que nada la confusión a la que se ve sometido el acusado, dado que es un chico Checheno que no sabe hablar ruso con fluidez. Esto hubiese estado bien, si te hubiesen presentado algo más del personaje al que quieren que entiendas, pero como no es así, la verdad es que te deja con cara de “que demonios están contándome” que hace que el espectador entre en la película un poco a la defensiva. Menos mal que tras el susto inicial la película toma un tono más amable y nos muestra como los miembros del Jurado son acondicionados en el gimnasio de un colegio que hará las veces de sala de deliberaciones, intentando de esta manera que el espectador sienta la cercanía de la situación de 12 personas que no se conocen de nada (mientras uno desayuna , otros juegan a la pelota, otros van al baño, algunos cotillean, etc..) en un entorno que a todos nos resulta familiar, antes de meterse a fondo con la trama.
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