''71': Bloody Belfast
Si bien es cierto que vivimos en un mundo que cambia cada vez más rápido, y que por lo tanto exige de actualizaciones (por nuestra parte) más y más constantes con tal de no quedarnos desfasados, no menos cierto es que todas estas variaciones obedecen a unos patrones que, desgraciadamente, se repiten a lo largo del tiempo. Hablamos, por supuesto, de la tragedia más humana de todas, la de tropezar dos (y muchas más) veces con la misma piedra. Hablamos, por ejemplo, de las razones que nos llevan a enfrentarnos los unos contra los otros; a coger una piedra y a arrojarla a otra persona; a empuñar un arma, a apretar el gatillo y a borrar así otra vida de la faz de la Tierra; a detonar una bomba para llevarse por el camino a cuantas más almas mejor... ¿Por qué? Por el color de la piel, por las creencias religiosas, por la sexualidad, por las afiliaciones políticas... En definitiva, por la tontería esa de creer que el otro es diferente cuando, sencillamente (y basta ya de darle tantas vueltas al asunto), no es así.
Pongamos que estamos en el año 1971, que los ojos del mundo entero están puestos en una Alemania cuya -traumática- partición es el más claro y doloroso síntoma de una esquizofrenia generalizada que por poco no nos lleva a todos (a los que ya estaban y a los que todavía teníamos que legar) hasta el mismísimo Apocalipsis. Aquella maldita guerra no se enfriaba, por mucho que su denominación indicara lo contrario. Mientras, palabrotas como "libertad" o "seguridad" iban devaluándose. En picado, y a velocidad exponencialmente terminal. Con razón los más belicosos hacían todo lo que estaba en su mano con tal de que algún genio les destinara ahí donde se estaba celebrando la auténtica fiesta. Demócratas justicieros contra sucios comunistas. Esto sí era una buena causa por la que luchar. Bueno, dejémoslo en que era la moda del momento, porque por increíble que pareciera, en 1971, seguían arrastrándose rencillas que ahora (es decir, en aquel momento) parecían haber perdido todo el sentido. Y desgraciadamente, allí mismo es asignado el protagonista de esta historia. Muy a su pesar, el joven soldado Gary Hook (estupendo Jack O’Connell) va a perderse la juerga. Su culo va a parar directamente a uno de los peores sitios del planeta. A un agujero en que siguen las guerras santas (unidas a los conflictos territoriales más engorrosamente atávicos). A la neblinosa y granulada Belfast del año 71, convertida en ''71' (elemental) en una inmensa trampa mortal. Unos soldados británicos encargados de controlar los movimientos del I.R.A. en dicha ciudad se ven atrapados entre los bandos católico y protestante (y ante el suyo propio). Puro canibalismo, y la maldita ley de la jungla que vuelve a llamar a la puerta. El televisivo Yann Demange salta a la gran pantalla haciendo un uso exquisito de la técnica cinematográfica, para revelarse de paso como un aventajadísimo alumno del maestro Paul Greengrass. Tanto el de los inicios como el cineasta en que ha acabado convertido (de momento). Con pulso, nervio y con ganas de zarandear a lo bestia tanto a la Historia como al patio de butacas. Su particular y agotador (en el buen sentido) descenso a los infiernos podría convertirse perfectamente en un nuevo y potentísimo referente del cine bélico y, por qué no, del social. Porque lo que al fin y al cabo consigue Demange con este sorprendente tour de force de la puesta en escena y la narración más adrenalínicas es reflexionar, con la respiración entrecortada (como debe ser), sobre el más importante (por grave) de los dramas. El que nos remite a la propia naturaleza del ser humano. Aquella que, de alguna manera, le obliga a apostar siempre por la piedra, el rifle o la bomba. Aquella que, en un año 2015 ya inaugurado (o en el 2014 de su presentación oficial) nos obliga a echar la vista atrás (hasta 1971, por supuesto) y a comprobar, con total horror (es la intención), que por mucho que hayan cambiado (en apariencia, al menos) las fronteras o las tendencias económicas, todo lo demás; lo que realmente duele, sigue rugiendo con la misma intensidad. Nota: 7 / 10por Víctor Esquirol Molinas
@VctorEsquirol