Hoy es sábado. Tomar nota, y a correr.

Que lo que pretende Akihiko Shiota con 'Kaze ni nureta onna (Wet Woman in the Wind)' es provocar está claro, como también que lo pretende hacer de manera más elegancia y con más fundamento que, no sé, el también japonés Noboru Iguchi alias Mr. ¡Sushi!. O puede que no tanto: Shiota recupera con esta extravagancia una variante de los Pink Films (cine pornográfico japonés) conocido como Roman Porno que gozó de tremenda popularidad (y éxito) durante los años 70 y 80. Presupuesto mínimo, plena libertad y todo el desparpajo del mundo para esta delirante propuesta entre el ridículo y la curiosidad, más absurda que provocadora, y más desconcertante que incómoda, eso sí, a la que su exceso de índole sexual, como suele ser costumbre con los excesos que acaban por rebasar a la narrativa, anima a entenderse/desentenderse un poco más de lo habitual.

Desde luego que a su lado 'La prunelle de mes yeux' parece mucho más "vulgaire", sobre todo porque lo sigue siendo aunque a su lado no tenga a nadie. No se sabe muy bien qué pinta por aquí la nueva (y bastante hueca) película de Axelle Ropert, máxime a continuación de algo con bastante más "carne" que ver. Una comedia romántica bastante convencional que, por más que parezca ir un tanto de hipster griego, no deja de ser el típico producto condescendiente para con casi cualquiera salvado -por decir algo- por la mirada azul de Mélanie Bernier. Por no hablar de una ingenuidad tan peligrosamente cercana a la tomadura de pelo, y un tratamiento de la ceguera, las adicciones o casi cualquier otro palo que toca de manera tan bobamente trivial.

Menos mal que por cada mal ejemplo tenemos un buen ejemplo para contrarrestar sus efectos. Lo pone Matías Piñeiro con 'Hermia & Helena', cuyo título ya es de por sí una clara referencia a 'El sueño de una noche de verano' de esa figura tan recurrente en la obra del realizador argentino como es William Shakespeare. Nueva reinvención moderna, libre y muy liviana en donde la luminosidad de su franco naturalismo vuelve a brillar dentro de un espacio tan pequeño como universal. Recurrir al Woody Allen más casero no es casual ni fortuito, en una referencia casi obligada -Nueva York mediante- que por otro lado le va como anillo al dedo. En cuerpo y alma. Piñeiro se asienta como uno de esos cineastas ya no tan de futuro capaces de fundir lo cotidiano y lo cinematográfico con la honestidad que le falta a Noah Baumbach como para que la unión parezca de verdad indisoluble.

Algo así intenta el debutante Maud Alpi con 'Gorge coeur ventre', cinta que transpira buena parte de las bondades documentalistas de Hermes Paralluelo. Suerte de falso documental y/o de falsa película, según se mire, en una de esas ocasiones que le sitúan a uno delante de sus narices aquella pregunta sobre dónde acaba algo parecido al cine... y dónde empieza algo que se le parezca a un trozo de vida. O más bien, dónde acaba la narrativa y comienza la captura de una realidad empaquetada en piezas de a 80 minutos la unidad, más o menos. La cinta de Alpi se muestra tan clarividente como el espectador decida: un muestrario en su mayor parte del día a día de un matadero contrapuesto con la rutina de un perrico de uno de sus trabajadores. Blanco y tan en botella como corrobora su título, y en ese punto intermedio en el que ni contigo ni sin ti. Y todos contentos.

Continuará...

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex