'Spider-Man: Sin camino a casa' - La fiesta de graduación
Ni confirmo ni desmiento.
No soy fan de las películas de Tom Holland como Spider-Man, personaje a quien en principio prefiero ver solo antes que demasiado acompañado. Creo que suele funcionar mejor así, y que en general los superhéroes suelen funcionar mejor cuando tienen tiempo para que el pim, pam, pum en el que suelen derivar sus películas cobre sentido y posea algo de emoción. Que no acaben siendo impersonales y rutinarios espectáculos ahogados por la adicción a los efectos digitales. El "siempre es lo mismo" que diría Rick O'Connell que acabó siendo 'Venom: Habrá Matanza', para abreviar y entendernos.
Por supuesto, hay excepciones. Aunque no sea el caso de 'Spider-Man: No Way Home', película que tiene que hacer malabares para cumplir con todos sus deberes y compromisos... cosa que en realidad hace, o que más bien logra. Más, lo hace por la acumulación de elementos o el poderío innato de los conceptos que maneja antes que por la habilidad, pericia o ingenio con la que estos elementos o conceptos puedan estar combinados o desarrollados. Algo por otro lado ya presente en los dos títulos previos, especialmente en el caso de esa chapuza llamada 'Spider-Man: Lejos de casa'.
Ahora bien, esta última entrega de Spider-Man cuenta a su favor con algo que no había aprovechado tan bien ningún otro Spider-Man: La historia cinematográfica del personaje. Literalmente, no hace falta presentar a nadie, y no hay necesidad de perder el tiempo en nada que no sume a la causa. Así, la película comienza a tope y a pesar de los pesares, nunca parece levantar el pie del acelerador. Puede que sea por la inercia de la pendiente, o que sea sólo la inercia de la pendiente. Pero en cualquier caso, cae por su propio peso como un pasatiempo cuanto menos, ameno y distraído.
Como mínimo. Y todo ello sin necesidad de ser una película especialmente brillante, ni un superproducción particularmente memorable. Es más, en teoría, 'Spider-Man: No Way Home' podría haber sido una película de superhéroes del montón. No hay presentaciones, pero tampoco hay desarrollo y muchos de sus elementos están porque tenían que estar, sin que la película saque más partido que el justo y oportuno. La acumulación que decía, y que tiende a una simplificación que reduce sus bondades a una sucesión de momentos sostenidos por la complicidad con el espectador.
He aquí la palabra clave: Complicidad. De alguna manera, 'Spider-Man: No Way Home' resulta genuinamente simpática y aunque en teoría no sea la gran película que podría haber sido o debería de ser, y que probablemente nunca será en manos de Jon Watts, en la práctica logra que nos de un poco igual y el fin justifique los medios. Que obviemos sus imperfecciones y nos dejemos llevar por esa particular complicidad que genera no ya sólo para con el público de Marvel, sino con todo aquel espectador casual que en los últimos 20 años haya podido ver una película de Spider-Man.
Una película a la que le perjudica venir después de la mucho más redonda 'Spider-Man: Un nuevo universo', pero que a su vez la beneficia venir después de todas las demás. Una película que en cierto sentido, es como 'Spider-Man 3' vista hoy en día sin las expectativas que hubo con aquella en su momento: Un divertimento que empiezas adorando de la manera que terminaste adorando el bailecito del Tobey Maguire malote. No es desde luego la mejor película de la historia, pero sí llega en un momento oportuno como para que "la mejor película de la historia" sea una expresión fuera de lugar.
Al fin y al cabo, el superhéroe de Tom Holland siempre ha estado a la sombra de los demás. 'Spider-Man: No Way Home' no cambia eso, siendo igualmente una película a la sombra de las que le han allanado el camino. Eso no es algo negativo, no al menos en este caso: El de una película que trata al espectador como compadre y aunque no me guste el término, escenifica un "fan service" tan efectivo como en suma, irresistible. Puede que tanto como película como blockbuster anda justito, pero como experiencia se puede decir que va sobrada. Y en realidad, las cosas como son, eso es lo más importante.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex