Cada continente, y concretamente cada país, aporta al mundo del cine una identidad propia incomparable a las identidades de los demás territorios. Si el cine americano es el del espectáculo, el italiano es el de la pureza, el asiático el de las emociones y el francés, por poner un último 4º ejemplo, es el de la intimidad. Pero precisamente el país galo tiene una segunda identidad a modo de doble cara cuando la oportunidad lo precisa, la de lo desenfadado.

Y en 'Normandía al desnudo' esto se advierte con una claridad pasmosa. La última película de Philippe Le Guay, una especie de Wes Anderson francés más impersonal (por aquello de crear historias con un tono teatral), es una liviana representación del problema rural que campa a sus anchas a lo largo de este siglo XXI, que no es otro que la precaria situación económica de los agricultores de la región francesa.

Es entonces cuando se presenta la oportunidad perfecta (la aparición de un conocido fotográfico naturalista americano personificado por un buen Toby Jones y su ayudante) en el momento perfecto (la búsqueda de soluciones drásticas por parte del pueblo encabezado por el alcalde, interpretado con gran pasión por François Cluzet). A partir de esta introducción, la película apenas varía el rumbo, dirigiéndose sin sobresaltos a un happy ending de manual donde todos los arcos narrativos quedan redondos.

Si algo se pusiera destacar de esta especie de "dramedia" light es el paisaje, con unas vistas envidiables al estilo de la campiña francesa. Jean-Claude Larrieu, director de fotografía de la cinta y habitual colaborador de Isabel Coixet, tiene ante sí una delicia visual que prácticamente le da la vida a su objetivo. Una lástima que Bruno Coulais, compositor musical nominado al Oscar por 'Los chicos del coro', no despliegue aquí una partitura remarcable. Quizá el tono de la película no favorecía tanto a su sonido.

Por Jesús Sánchez Aguilar
@JesAg_