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'La chica del cabello rosa y una patineta al hombro' - Sin miedo eres envidiable

Vía El Séptimo Arte por 24 de marzo de 2022
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Una de las cosas más obstaculizadoras de hacer cine en estos tiempos que corren es el miedo. No el miedo en su concepción más física, sino el miedo en su forma natural, ese sentimiento que genera inquietud, intranquilidad y que siembra duda antes de que la realidad tome la palabra. El miedo a ser criticado, a ser tergiversado o manipulado, el miedo a ser malentendido o a ser prejuzgado, el miedo a ser censurado o peor aún, a autocensurarse por eso mismo, por miedo. Por esta rémora invisible que frena y traba el arte desde su genuino punto de partida hasta su nacimiento es por lo que películas como 'Lola' son, dejando a un lado la trivialidad de la palabra "necesaria", obras valientes.

En 'Lola' hay una historia humana expuesta con respeto, el cemento más importante para relatar ciertos temas en estos tiempos, con naturalidad, porque un excesivo rigor mortis en la película desenfocaría la importancia del relato, y por último con emoción, porque está bien normalizar lo que nunca dejó de ser la vida misma, pero extirparle lo sensible a sentirse bien con quién eres es de pecado capital. Es interesante contemplar el puzzle polimórfico que crea su director, Laurent Micheli, porque está insertando en una película un coming of age LGBT+ en medio de una road movie paternofilial. La cinta no solo fascina por una serie de ideas potentes a nivel visual, sino porque la narración parece honda pero siempre toca pie.

La historia pivota sobre el duelo de una pérdida por la cual los dos personajes más recurrentes transitan con diferente paso. Es en esta vinculación forzosa pero necesaria donde se aprecia el gran trabajo del dúo protagonista del filme: Benoît Magimel, el padre arcaico que necesita deconstruirse y redimirse de su insensibilidad, y Mya Bollaers, la hija trans decidida pero rota por su pasado. Ambos, con el contraste de sus personalidades, operan bajo una mística vinculación a la figura desaparecida de la familia, pero lejos de ser armónicos, enternece verles luchar contra un Destino que los junta de manera insondable. Que Mya sea transgénero colorea aún más el relato de verdad y nobleza.

Por supuesto, que una película sea noble y sincera no la exime de lidiar con sus problemas, y en 'Lola' hay un ligero tropiezo en la calibración de escenas que solo aportan transición pero que se sienten muy reiterativas y en no saber encauzar el momento más dramático de la película, volviéndolo un artificio frío que amarga en comparación con la calidez y la hondonada emocional en la que cobija todo el relato al espectador. Son defectos a pulir por un cineasta que en su segunda película demuestra estar curtido en términos de identidad sexual y relaciones humanas, porque el grueso de 'Lola' es un ejercicio de frescura cinematográfica interesante, divertido y agradecido, con decisiones de autor ricas y deslumbrantes, y con un fondo de coraje envidiable.


Por Jesús Sánchez Aguilar
@JesAg_

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