'Drive my car' - Tenemos que vivir
El cine, en general, brilla más cuando nos habla de tú a tú, cuando expone temas comunes con los que es fácil sentirse identificado. Las grandes películas de terror lo son por esto mismo, porque a través de fenómenos sobrenaturales nos están ayudando a enfrentar (o al menos, visualizar) nuestros mayores miedos o problemas. El miedo a estar de noche perdido en un bosque, el temor de ser perseguido por alguien con las peores intenciones que pueda uno imaginar, ser asaltado en tu propia casa o ser atacado incluso en tus propios sueños. Todas estas son situaciones que, por mucho que las trasladen al cine de forma exagerada, artificial o efectista, hacen clic en nuestra cabeza al ser experiencias que cualquiera ha podido pensar. El mayor ejemplo que encuentro de este estilo es Akira Kurosawa, uno de los directores más humanistas de la historia que, independientemente de la ambientación (un gran grueso de sus films son en el Japón feudal), siempre conseguía reflexionar sobre las bondades y maldades del ser humano conectando sin obstáculos con el espectador. No voy a decir que Ryūsuke Hamaguchi sea el nuevo Akira Kurosawa, pero 'Drive My Car' me ha recordado muchísimo al discurso de A.K por la naturalidad de sus escenas y el aparentemente poco llamativo trabajo detrás de las cámaras, plagado de grandes detalles en realidad.
'Drive My Car' forma parte del cine japonés sensible y sofisticado. Ese tipo de cine al que muchos le achacan que está vacío, que no cuenta nada y que es altamente pretencioso. La película de Ryūsuke Hamaguchi dura casi tres horas, así que la crítica fácil se hace sola: "No logro llegar al final, la modorra me invade desde el principio. Qué manía la de alargar tanto las películas. Le ocurre fundamentalmente a aquellas en las que el director no sabe contar una historia o esta carece del menor interés". No me ha hecho falta buscar mucho para encontrar una opinión así y desde que la nominaron al Óscar a mejor película por redes sociales es la tónica general. He visto producciones asiáticas premiadas en festivales prestigiosos que son la pretenciosidad materializada en film, como la taiwanesa 'El sabor de la sandía' que empieza siendo curiosa para pasar a ser insoportable. Pero el caso de 'Drive My Car' es muy distinto. Son tres horas bien rellenas de contenido, donde cada personaje tiene su viaje particular y el espectador el suyo propio, aquel a donde le lleven sus sentimientos. Su duración forma parte de su brillantez a la hora de tratar temas donde el qué no es novedoso pero el cómo es capaz de moldear el drama de forma amplia y serpenteante donde la frialdad y el arrepentimiento se van acercando poco a poco.
El guion de Ryûsuke Hamaguchi y Takamasa Oe es una maravilla. Adapta una relato corto de Haruki Murakami como ya hacía 'Burning' de Lee Chang-Dong, dos películas muy distintas pero en las que se pueden ver ciertos puntos en común en cuanto al magnetismo y lo enigmático de sus historias. 'Drive My Car' cuenta con un brillante prólogo de 40 minutos que marca el punto de partida de la historia que veremos en los 140 minutos restantes. No es que el prólogo sea prescindible o que no forme parte de la historia, pero es indispensable partir de aquí para comprender y sentir al protagonista de la cinta durante el resto del metraje. Antes de eso, te introducen de lleno en la intrahistoria de ficción que se desarrolla en los preparativos de la obra de teatro que tiene como epicentro el largometraje, donde la realidad y la ficción se fusionarán en más de una ocasión siendo un ejercicio de metaficción extraño, difícil y vital para potenciar el discurso del film. Cuando aparecen los créditos iniciales después de todo este tiempo empiezas a encajar las piezas, es el primer signo de estar viendo una gran película. No hay flashbacks ni escenas de relleno que corten el constante ritmo u entorpezcan la fluidez de su narrativa. Ambos escritores realizan una gran labor construyendo a unos personajes muy universales y completos a los que les van añadiendo capas escena tras escena, logrando que parezcan estar vivos, traspasan la pantalla.
Es el reparto quien se encarga de dar vida a este grupo de personajes encabezado por el protagonista Yusuke Kafuku, interpretado por un bestial Hidetoshi Nishijima en el papel de su vida. Cada mirada, cada gesto y lo mucho que cuenta con su rostro inexpresivo acaba en un trabajo de contención espectacular, de una naturalidad pasmosa y un carisma supremo con simplemente su presencia. Tôko Miura es la co-protagonista y el personaje menos natural de todos, el más caricaturesco por su forma de vestir y su exagerada impasibilidad siendo su gran mérito ser capaz de que te olvides de ello gracias a un excelente trabajo vocal. La relación entre ellos dos es uno de los puntos más trabajados de la película y otro ejemplo de como es capaz de sacar oro de algo tan trillado. Masaki Okada interpreta al tercer personaje clave en esta historia y le ha tocado el trabajo más delicado, donde cada detalle es importante. La dupla que hacen él y Hidetoshi Nishijima nos brinda una de las mejores escenas de todo el conjunto.
En mi primer visionado no le vi nada especial a la dirección de Ryūsuke Hamaguchi. El conjunto me fascinó, pero no aprecié su labor detrás de las cámaras. Fue la segunda vez cuando me di cuenta de que la elegancia y naturalidad que tiene en todo momento no deja ver la gran cantidad de recursos visuales que utiliza. Son sutiles, estamos ante un director que pone por delante la suma de todas las partes al elogio individual. Es una gran dirección, pero no de la misma forma que lo es la de George Miller en 'Mad Max: Furia en la carretera'. Ahí puedes ver rápidamente la grandeza de cada plano y lo vibrante que es cada escena gracias a un despliegue audiovisual abrumador. Aquí Ryūsuke Hamaguchi le da una gran importancia a objetos como los espejos o el propio coche del protagonista, dándoles un significado y no siendo simplemente parte del escenario. Tiene un don para crear inmersivas conversaciones entre personajes. El que parece un plano más de dos personajes mirando al horizonte es en realidad una composición fabulosa en la que con solo la imagen y una linea de diálogo es suficiente para intercambiar sensaciones con el espectador. Otra escena que tiene lugar en una comida aleatoria termina siendo el momento más bonito y esperanzador de la película mientras habla de que a pesar de los claroscuros que tiene la vida, puedes y debes ser feliz. Como estos hay mil detalles más.
Está difícil que este año salga alguna otra película que supere a 'Drive My Car'. Puedo entender a quien no conecte con sus personajes y a quien se le haga demasiado pesada. Pero decir que es una película vacía es directamente no haberla visto o no haberla acabado. Si es la duración un problema, recordad que un buen puñado de películas de acción de gran presupuesto solo duran 15-30 minutos menos y tres capítulos de tu serie favorita ya te roban tres horas de tu tiempo. El tiempo es relativo, pero con 'Drive My Car' es cien por cien seguro que no lo vais a malgastar
Nota: 9,0
Por Marc Sacristán García
@TheLebowskiMan