'Un viaje en el tiempo' - De verdad de la buena
Hablar en términos absolutos, como si hubiéramos visto todas las películas habidas y por haber, es siempre muy tentador. Muy, muy tentador. Todos caemos alguna vez en la trampa de la hipérbole y el titular grandilocuente, un recurso perfectamente válido que sin embargo puede ser, y se recomienda también ser tomado con una pinza en cada extremo; poco más que una forma de llamar la atención de unos o de otros, según lo requiera la ocasión, la oportunidad o el sobresueldo.
'Un pliegue en el tiempo' es la peor película de Disney en muchos años, pongamos que en diez o más, que tirando de memoria nunca se sabe a ciencia cierta cuánto hay de mentira, o peor, cuanto hay de verdad. Puede, tal vez, es posible que a lo peor, así sea. Pero que lo sea o no sólo es una etiqueta que en realidad no importa una mierda, que la sensación sigue siendo así de terrible: Que lo podría ser, perfectamente, y de verdad de la buena, como si lo fuera. Que alguna tiene que serlo.
Hablar en términos absolutos es siempre tentador porque nos gusta exagerar, pero también porque transmite una sensación clara y poderosa con muy pocas palabras y sobre todo, sin necesidad de devanarse los sesos. Incluso sin sentirse obligado a justificarse: Es porque lo es, porque como el amor el odio, si es que lo es y no es lo que hay, es una respuesta emocional y visceral que no tiene por qué justificarse con argumentos. No vaya a ser que nos lo tiren abajo con un poco de ingenio.
Si 'Un pliegue en el tiempo' lo es, y probablemente lo sea, es porque cuenta con una historia a la que han despojado de cualquiera de los elementos que le dan algún tipo de fundamento, a esta o a cualquier otra historia; porque es una película a la que han despojado de cualquiera de los elementos que le dan algún tipo de sentido, a esta o a cualquier otra película. Cuesta creer, de verdad también de la buena, seguimos, que nadie de los presentes reparase qué es lo que estaban haciendo...
... de la misma manera, precisamente, que cuesta creer que no haya ni un sólo destello de genio que rescatar de la debacle. En apariencia, y en la práctica también, hasta ni tan siquiera poder encomendarse a las bondades de la todopoderosa Disney, una experta y bien engrasada maquinaria capaz de convertir en una delicia audiovisual a un producto espiritualmente tan rácano como 'Alicia a través del espejo', en comparación una obra de arte (gracias a la mera gestión de sus recursos).
Pero claro, lo peor de 'Un pliegue en el tiempo' no es algo que dependa del dinero, sino aquello que no se puede salvar ni con todo el dinero del mundo (ni con el incesante acoso de una banda sonora). Su guión, uno intuye que un destrozo de la obra original en la que se inspira dónde pocas cosas parecen tener... me repito lo sé, sentido. Como si faltasen páginas que explicasen el por qué está retahíla de lugares comunes de brocha gorda, muy gorda debería de importarnos lo más mínimo.
Como si la película se hubiera visto amedrentada por la imagen de blockbuster post-Alicia con el que Disney viste a buena parte de sus remaches recientes. Como si confundida por las circunstancias, su imperiosa e irritante ansiedad dramática hubiera chocado de frente, a más de 200 km/h con la necesidad, o imposición, de hacer acopio de efectos digitales y hacer trabajar como esclavos al personal del departamento de arte, vestuario y peluquería mientras los de realización están de cháchara.
El complejo de los Zidanes y Pavones que tanto (y tan caro) pagamos por Zaragoza. Un relato con una profunda crisis de identidad perdido, abrumado, apaleado por el maremágnum de lo que supone que una superproducción se convierta en la peor pesadilla de uno mismo. Confusa, rematadamente típica, y a la vez sencilla, rematadamente simple y sobre todo cansina en su empeño melodramático, un agujero negro para cualquier atisbo de aventura, magia, asombro o actriz con (o sin) Óscar.
'Un pliegue en el tiempo' es la peor película de Disney en muchos años, puede que en tantos que podamos usar el "en toda su historia". Vamos a darlo todo, venga. Y lo peor es que podría ser de verdad, ¿por qué no? La peor versión posible de un blockbuster que se aprovecha de los más pequeños para acallar su conciencia, y que irrumpe de lleno en la incredulidad, primero, y en el rídiculo después, una vez superada lo primero y asumido que no hay pellizco que nos saque de ahí. Lo que comúnmente se conoce como un auténtico despropósito.
O llorar, o reír. Y a destrozar infancias.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex