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'Las elegidas': Elegir ya no es opción

por 21 de mayo de 2016

Hay algo que bajo la podredumbre que consume al país, huele mal, y lo hace con ganas. Y lo que huele mal cala hondo, en los huesos porque se siente y en los ojos porque la realidad es un atisbo cotidiano ahí, frente a las narices que nuevamente huelen cosas que la mano no señala. De eso se trata quedarse callado, y como sociedad, ante la barbarie del crimen y los sucesos delictivos diarios, quedarse callado se convierte ya en opción. Ulises y Sofía, son dos adolescentes enamorados que caen en las manos de Marcos, el padre de Ulises, quien obliga a su hijo a prostituir a chicas jóvenes, haciendo que Sofía sea su primera víctima. Así, Ulises termina por entrar al mundo que negó: el negocio de tráfico de mujeres que existe en su familia.

Las elegidas (México/Francia, 2016), plantea una visión recalcitrante de un tema que los más afortunados verán solo en las noticias, mientras que los menos, se los toparán en el diario andar de sus actividades. Sin embargo hay gente todavía menos afortunada, y esas son las elegidas. Y desde allí, entonces comienza la perdida de dignidad y derechos de las jovencitas –de cualquier condición en la que haya sido elegida-.

Cuando la palabra elección es usada como la capacidad de poder elegir en función de una preferencia, sobre una persona que ha perdido misma capacidad de elegir sobre su fin, hay un contraste que ensordece en el tema de la trata de blancas que nos plantea David Pablos en su segundo largometraje luego del interesante debut que tuvo con La vida después (2013), una road movie cargada de una observación psicológica sobre relaciones familiares fracturadas.

Sin embargo, Pablos tiene otro resultado un poco menos logrado en ese apartado por el desempeño de los actores -la mayoría en su primera incursión en el medio-, que no así por la delineación de los personajes de un guión construido por el mismo Pablos a través de una idea de ese escritor de la generación del crack, Jorge Volpi.

Pablos mueve a sus personajes por algunos de los lugares comunes del cine mexicano, aquellos que narran miseria, desigualdad, dolor, injusticia y un largo etcétera. Sin embargo, no son los mismos callejones en donde todo suele desembocar ni al mismo paso y ritmo apresurado que otros cineastas que hacen de la sordidez y la violencia el crudo retrato de una realidad que existe pero a todos niveles no es visible. Así, Las elegidas mantiene un compromiso por un tema que existe pero que no se presume, del que se sabe, pero no se señala.

Ésta radiografía del dolor ajeno, logra cautivar el sentimiento arrojado por el terror de lo que sugiere imaginar hechos y acciones que no se muestran al espectador pero que violentan al personaje que retratan y la psique del que pretende obviar lo que sucede fuera de cuadro.

La originalidad de la que carece el relato –porque hay que decirlo, original no es-, nos es compensada por la forma en la que lo lleva, aunque en su reiteración por sustentar la emoción y la precisión de los hechos, nos conmina a aceptar su parte final como una irrevocable sensación de aquí no pasa nada, gracias por pasar a mirar. Y es que al final, la elección es del que narra. ¿O será nuestra?

Por Ángel Negrete Granados

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