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'¿Qué culpa tiene el niño?': No tiene la culpa el indio

por 21 de mayo de 2016

Y si a alguien se puede culpar, es sin duda a la taquilla… y al espectador. Que existan productos de género muy poco articulados en virtud de generar ganancia se ve mucho en el cine mexicano, sobretodo en el género de comedia, que es el que suele registrar los más altos números en ingresos y número de espectadores.

¿Qué culpa tiene el niño? (México, 2016) sabe de qué se trata el negocio, sabe a quién se dirige, y sabe más o menos cómo hacerle para que la fórmula funcione. Si en la fórmula ponemos a una actriz que se mueve como pez en el agua -aunque sean las mismas aguas pero revolcadas- en el género como es el caso de Karla Souza, con una historia de enredos ya mil veces vistas pero con ese toque pueril que no exige pensar, con una probada comediante de la pantalla chica que sin embargo se repite excesivamente, y sobretodo, evidenciando el clasismo en México, que visto desde la óptica del filme, pues qué decir, funciona.Después de una divertida y tremenda borrachera, Maru y Renato, se llevan una sorpresa que no estaba dentro de sus planes, por lo que ambos deberán decidir cómo lidiar con este pequeñito asunto.

Queda casi por descontado hacia donde se mueve desde un inicio la cinta con de por sí ya un remedo de guión firmado por el propio director Gustavo Loza, que viene a ser algo como la mirada femenina de ¿Qué paso ayer? (The hangover) y secuelas, sumada a la trama de Ligeramente embarazada (Knocked up), una fórmula de guión que ya no se antoja vigente.

Ya instalados veremos a la hermosa protagonista con una extensión de Bárbara, un personaje con el que cargará por mucho tiempo gracias a Nosotros los Nobles; o como ya decíamos, Mara Escalante con un papel que para determinado sector puede arrancar sendas carcajadas; pero no así para otros… sin embargo parece que vemos otro de sus sketches en el que Doña Lucha y María deTodos los Ángeles se fusionan.

Loza no es que precisamente se interese en pulir sus personajes y para muestra casi toda su filmografía, aunque en Al otro lado (2005) logra que que las partes funcionen. Casi siempre le resulta complejo, por el vasto reparto que suele intervenir en sus cintas sin darle un lugar particular a cada uno de ellos.

Un ejemplo concreto es, una saturación de personajes secundarios que no aportan nada a lo largo de sus intervenciones y solo alargan una trama que por tal razón estira los gags hasta hacerlos cansinos o carentes de gracia. Sin duda esto desemboca en un humor forzado que hacia la segunda mitad del filme ya pega con suerte en la risa falsa.

Ha sido este factor del clasismo antes mencionado el que dota en vasta proporción de identidad al filme en relación con el espectador, la forma de discriminación con tonos cómicos hace que sean muy identificables los papeles que cada quien tiene dentro del terreno… y esa degradación en tono de comedia ha funcionado mediáticamente desde hace décadas en series, telenovelas y películas… ya sea en drama o en comedia, el clasismo es un elemento muy presente y ya muy asociado por mucho del cinespectador en Latinoamérica.

Hablamos de un filme cargado de estereotipos que se deja ver pero que ya hemos visto. Culpa de un espectador que pide cada vez más, un cine en extremo light  que le haga pasar un buen rato, aunque también puede ser culpa de muchos directores, productores o guionistas que le dan al público lo que quiere sin atreverse a generar nuevos contenidos. Al final los hacemos compadres.

Por Ángel Negrete Granados

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