'Animales fantásticos y dónde encontrarlos' - Se aceptan muggles
'Alicia a través del espejo' tenía algo que no tienen ni mucho menos todas las películas, y era muchísimo dinero a su disposición. Una cantidad tan enorme como poder ser considerada una cifra "pornográfica". Y también, por supuesto, el apoyo de la todopoderosa Disney que, como si fuera John Hammond construyendo su parque temático, en estas ocasiones "no suele reparar en gastos". Tanto dinero como para que llegado el caso más que una película, o también incluso antes que un blockbuster, pareciese una mera excusa para gastar, gastar y gastar como si no hubiera un mañana.
¿Y por qué hablar de la secuela de 'Alicia en el país de las maravillas' en relación a esta otra megasuperproducción? Porque a los ojos de este servidor, bastante poco conocedor de un mundo como el de Harry Potter, hacia el que nunca ha sentido un especial interés, ambas comparten un gusto similar por una apabullante (e incesante) retórica audiovisual de primera categoría sustentada en el apoyo incondicional de sus respectivos estudios. No es una comparación directa, ojo, porque más allá de una vaga impresión surgida muy posiblemente desde la ignorancia, se parecen lo mismo que un huevo a una castaña.
La comparación, caprichosa por supuesto, nace de esa sobreabundancia de elementos ornamentales y efectos especiales de la que ambas acaban siendo también víctimas, por cuanto acaban dependiendo de la misma para adquirir sentido. Al igual que pasaba en aquella, en esta 'Animales fantásticos y dónde encontrarlos' no hay prácticamente ningún elemento (o al menos no lo parece) que no se presente supeditado a cualquier tipo de efecto, principalmente digital, que lo justifique. Tanto como para que se repita aquella misma sensación bravucona de "poner los huevos sobre la mesa".
Y porque se puede. Pero no sólo porque se puede.
Claro que, sensaciones al margen, la Warner Bros. cuenta con una aliada con la que no contaba Disney: la propia creadora del universo que pretende exprimir. J.K. Rowling marca una diferencia fundamental, no tanto por un guión más que correcto como por el respeto del que hace gala en todo momento, tanto hacia sí misma como hacia su obra y el público, sea este uno de los habituales o sea este un turista como un servidor. No es, en resumen, una mera excusa para gastar, gastar y gastar como si no hubiera un mañana que no vaya a juzgar la honestidad de tus acciones.Pero, unido a este respeto hacia cualquiera con una poca predisposición hacia la magia (perfectamente interpretado por David Yates), existe otro elemento que hace de 'Animales fantásticos y dónde encontrarlos' esa gozada que, quizá algo por encima de sus posibilidades como película, acaba siendo: su capacidad para salpicar todas y cada una de sus escenas de todo tipo de hallazgos y efectos que puedan, salvando las distancias, evocar a esa misma sensación de magia, ahora ya un poco más talludita, que pudo experimentar un chavalín al conocer hace 15 años a Harry Potter.
Lo que define a 'Animales fantásticos y dónde encontrarlos' es esta capacidad de sugestión a través de la constante inventiva de estos detalles. Puede que, llegado el caso, todo lo demás no acabe importando gran cosa que, igualmente llegado el caso, da un poco lo mismo. La Warner Bros. "pone los huevos sobre la mesa" porque J.K. Rowling le ofrece un buen motivo para ello, logrando con ello un blockbuster que funciona al justificar su -para un escéptico- aparente exceso gratuito de estupendos fuegos de artificio con una creatividad que deja en fuera de juego a esa misma apariencia.
Por encima de sus propias limitaciones, y por encima de las limitaciones del propio medio. Este continuo goteo de apuntes es que lo da brillo a una de esas funciones en las que parece todos han sabido jugar en equipo. Destaca el conjunto, la suma de talentos y las combinaciones entre ellos, sin que haya ningún elemento que sobresalga por encima de la magia que emana, en pequeñas dosis eso sí, de un mundo acertadamente expandido de manera tan consistente y convincente como para que, aún con la edad, cobre vida propia sin que la sombra de Harry Potter suponga la más mínima losa.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex