'La llegada' - Contact(o) innato
'La llegada' es una de esas películas llamadas a dar de qué hablar. De esas que abren de par en par las puertas del debate con cualquiera que esté a tu lado. Ya sea en este 2016 que actualmente marca el calendario, o en cualquier otro año. Y no necesariamente sobre cine. O más bien no, necesariamente, solo sobre cine.
Con 'La llegada' Denis Villeneuve no sólo se consagra definitivamente como ese gran realizador todo-terreno que 'Polytechnique', 'Enemy' o 'Tierra de nadie: Sicario' ya nos habían prometido, además confirma que es un hombre de palabra. Porque Villeneuve asegura que le encanta la ciencia-ficción, y esto es precisamente esta adaptación de un relato de Ted Chiang: Pura ciencia-ficción apadrinada con el evidente cariño de a quién le gusta aquella, vamos a decir que queda muy bien, auténtica ciencia-ficción que no se limita, reduce y/o confía solo a las luces de colores y/o a los modelos de ropa interior (enorme una vez más Amy Adams).
Las referencias son tan claras como tan claro es un titular a buen seguro muy repetido, tal vez hasta la saciedad (y un poco más, que duela, que sangre): 'La llegada' es muy del estilo a Christopher Nolan, tanto como para que "Es el 'Inter/Estelar' de Denis Villeneuve" pueda sonar a una suerte de verificación inducida mediante algún sistema de control de masas alienígena, por supuesto, sólo al alcance de unas gafas de sol made in Carpenter... tan previsible, tan obvia, tan oportunista como a la vez tan oportuna (y adecuada, por supuesto).
Claro que no habría que olvidarse de otras dos obras no tan populares, ni con tanto arraigo en el ideario popular colectivo, pero que tampoco desmerecen (tanto) a la mencionada como para no apreciarlas en su justa medida: 'Contacto', de Robert Zemeckis (y también con Matthew McConaughey), y sobre todo la primera mitad de la por otro lado reivindicable 'Esfera', de Barry Levinson. Y con esta suma de elementos ya se pueden imaginar por donde van los tiros, la acción o lo que sea. O deberían, que uno más uno son dos, y más otro ya van tres, y eso que nos ahorramos todos, yo el primero.
Y que sirva de precedente, por favor, 'La llegada' no fundamenta su discurso en los efectos especiales, las luces de colores, el merchandising de los acaudalados o en la acción. Sino en las emociones, las humanas para ser más concretos, y en la aplicación de la ciencia como ese indispensable sustento de los sueños más terrenales, pero también más tangibles. Lo que no le impide, por supuesto, gozar de un acabado exquisito (destacando su diseño de sonido, visual o la BSO del gran Jóhann Jóhannsson).
Pero sobre todo, la cinta de Villeneuve brilla a la hora de acompañarnos afuera del cuarto oscuro; de perseguirnos para situarse en nuestra nuca como una mosca (muy) cojonera en la que pensar cuando nuestras vidas, más o menos grises, no alcancen a entretenernos en su día a día. Es ahí en dónde realmente brilla la cinta, cosa en la que además ejerce con elegancia, dulzura, cierto aroma -ya detallado- a ciencia-ficción elegante y suma delicadeza.
Además, y como valor añadido sin querer revelar nada más de lo ya dicho, porque es de esas cintas que apetece hablar después de que se te meta debajo de la piel, y no antes, ilusión en la que un servidor no pretende inmiscuirse, 'La llegada' eleva aún más si cabe las expectativas sobre lo siguiente del realizador canadiense, la secuela ya en rodaje de 'Blade Runner'. Porque el listón ha quedado tan, tan alto... que de tanto miedo, y vértigo, que da tanto gusto como tal es el honor. Porque así, como aquel que dice, sí. Por supuesto.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex