Cuando vemos a Robert “Fish” Fishman (Rainn Wilson) por primera vez, él y sus compañeros de banda de Vesuvius están el plena gloria de los ochenta, tocando canciones rompedoras y luciendo pelo largo, bufandas y unos pantalones de cuero imposiblemente ajustados. Justo cuando Vesuvius está a punto de hacer algo grande, a Fish lo echan de la banda. Saltamos hacia adelante veinte años: el extraordinario ex-batería, que vivía, comía, respiraba, dormía, y sobretodo, sudaba, rock ‘n’ roll trabaja para una compañía aseguradora y vive con su hermana, su cuñado y su sobrino Matt.

En pocas palabras, Fish es un hombre roto, atrapado en una crisis de mediana edad. Pero cuando se entera de que la banda de Matt, A.D.D., está buscando un nuevo batería, Fish se ofrece, bueno, en realidad lo suplica, para que le den una oportunidad. Fish es dos décadas mayor que sus compañeros de banda, sin embargo, de algún modo, es la pieza que falta en A.D.D.: el melancólico, pelo en la cara, cantante Curtis; el super aburrido, rígido como una tabla Matt; la irónica chica punk post moderna Amelia, y el ahora antiguo rockero, Fish.

Espoleado por el hábito de Fish de ensayar como Dios lo trajo al mundo (ahora apodado “El batería desnudo”), A.D.D. se convierte en la sensación de Internet. Se lanzan a la carretera en su primera gran gira, junto con la madre de Curtis, Kim, haciendo de chaperona. Pero cuando Fish vuelve a vivir la vida de rock ‘n’ roll, lo que según él era casi un derecho innato, comienza un viaje que lo llevará a un lugar que ni siquiera se atrevió a pensar que fuera posible: la madurez.