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'Sospechosos habituales' - Y así... pasó a la historia

Vía El Séptimo Arte por 04 de mayo de 2014
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'Sospechosos habituales' se estrenó en Estados Unidos en agosto de 1995 de la mano de Gramercy Pictures, compañía que con el tiempo y un poco de imaginación ha pasado a ser hoy en día Focus Features. Y al igual que pocos meses después ocurrió con otro thriller igualmente relevante distribuido bajo el sello de Gramercy, de nombre 'Fargo', su impacto comercial fue más bien modesto, especialmente si lo comparamos con el fenómeno financiero derivado del lanzamiento unos pocos meses atrás de 'Pulp Fiction', una de las responsables indirectas de convertir el cine independiente en un subgénero en sí mismo. Un apunte interesante: Las tres fueron las ganadoras de entre otros galardones el Oscar al mejor guión original en los años 1994, 1995 y 1996.

Veinte años después aquello no importa, da lo mismo que 'Sospechosos habituales' no recaudase miles de millones de dólares ni se llevase miles de millones de premios; como poco importa que en aquel mismo 1995 un thriller tan oportunista y olvidable como 'La red' le doblase en recaudación para ser oportunamente olvidado a continuación. Lo importante, ahora, en la actualidad, es que nos acordamos de ella. Más importante aún, si lo hacemos es por una cuestión de puro respeto. El respeto que se merece todo trabajo tan bien hecho que es capaz no sólo de sobrevivir a su momento, sino de hacer extensible ese momento... a cualquier momento. Esto es, lo que llamamos un título cuya solidez la convierte en imperecedera y apta para el consumo humano en cualquier instante, ya sea la primera o la enésima vez que se la vea.

Mucho ha cambiado el mundo respecto a ese verano de 1995 en el que conocimos a Keaton, McManus, Verbal Kint, Fenster y Hockney, los cinco "sospechosos habituales". En especial por obra y gracia de ese invento llamado internet que, como todo invento realmente importante, una vez ha hecho presencia nuestras vidas ya no recuerdan que era de ellas antes de. Como ya pocos recuerdan los tiempos del VHS. La providencia quiso que apenas unas semanas después de 'Sospechosos habituales' se estrenase 'Se7en', otro thriller en este caso encabezado por dos actores que no había necesidad de googlear cuyo (merecido) éxito, en cierto sentido, ayudó a enterrar del todo sus expectativas comerciales. En ambos filmes eso sí aparecía como teórico secundario alguien que desde entonces dejó de ser un don nadie, un tal Kevin Spacey. ¿Les suena?

Era 1995. No había internet. En realidad Spacey no era un don nadie, si bien y a pesar de llevar ya diez años dejándose ver en unas cuentas películas su presencia había pasado casi siempre inadvertida. Lo suficiente para que su rostro nos fuera tan familiar como el de ese vecino con el que ocasionalmente te cruzas por la escalera. Entonces Verbal Kint entró en escena, sobre el papel un personaje llamado a ser un comparsa, incluso algo parecido a un recurso de guión: Alguien tiene que contar la historia. El tipo al que los Mickey y Mallory de 'Asesinos natos' hubieran dejado con vida, para entendernos. Pero no es lo mismo contar una historia que dotar de vida una historia como hace Dilios para con sus hermanos en '300', cualidad fundamental a la hora de narrar cualquier historia en este mundo nuestro en el que, dicen, todo ya está inventado.

Verbal Kint es a la postre el indispensable maestro de ceremonias. Sin embargo el hombre del plan es Christopher McQuarrie, responsable de haber urdido este rompecabezas llamado 'Sospechosos habituales' en un momento en el que tenía que demostrar que valía para esto. Como también lo tenía que demostrar "su amigo", el director Bryan Singer. Para ambos era su segunda película, la primera como auténticos profesionales tras haber llamado a la puerta con su debut en la llamada cuna del cine indie norteamericano, Sundance. Parece evidente que algo querían, tenían y podían demostrar como para merecer cruzar el umbral de dicha puerta. Entre los dos le sirvieron en bandeja de plata a Kevin Spacey la oportunidad de modelar al que "había convencido al mundo de que no existía". Nació una leyenda, Keyser Söze. Un sudor frío recorre nuestra espalda.

Pocas veces un nombre resulta tan representativo de una película. Diga usted Darth Vader, y al que le responda ¿quién? mándelo allá a donde nunca mandaría a sus padres; diga Keyser Söze, y al que le responda ¿quién? dígale que ya está tardando. Un nombre que lo dice todo sin decir nada, Keyser Söze, y al que Spacey, McQuarrie y Singer le deben mucho. Los dos primeros por lo pronto un Oscar cada uno, al mejor actor de reparto y al mejor guión original. Pero un Oscar, por muy bonito que pueda parecer conseguir uno (debe de serlo), no deja de ser un objeto. Baste comprar uno de pega y ponerle tu nombre, que siempre puede colar ante los que no dispongan de conexión a internet en el móvil como para ponerlo en duda. Hablamos de algo más importante, incluso más que el dinero recaudado durante el primer fin de semana: de algo llamado "un lugar en la historia". Tras 'Sospechosos habituales' y al margen de lo que pudieran hacer después Spacey, McQuarrie y Singer se ganaron de por vida el orgullo de ser "los de 'Sospechosos habituales'". Esto es, un respeto. Y por más que muy posiblemente nunca alcancen a superar ese momento.

Ese momento. Es posible que descubrir hoy por primera vez 'Sospechosos habituales' no sorprenda de la misma manera que sorprendió en 1995, en su momento, si bien no es el filme en sí mismo lo que ha cambiado. Faltaban cuatro años para que M. Night Shyamalan besara el cielo y pusiera de moda los llamados finales sorpresa. El mundo era algo más ingenuo y el público que acudía -y acudía- a los cines no estaban tan curtido en la materia. 'Sospechosos habituales' es lo que ha sido y seguirá siendo, una propuesta muy sólida, robusta, maciza, firme y cuantos sinónimos se les ocurran. Tan sólida que como si fuera la prueba del algodón admite cuantos visionados nos permita el tiempo que tengamos entre manos. Tan sólida que como si fuera vino del de verdad mejora con los años. Tan sólida que se atreve a mirar al espectador a los ojos y hacer suyo el dicho aquel que reza que no hay mejor mentira que una verdad.

Porque a diferencia de lo que ocurre con la mayoría de thrillers actuales de usar y tirar 'Sospechosos habituales' ni es un filme tramposo ni es un filme efectista. Ni tampoco un filme que esté pendiente en todo momento de sus referentes. Si funciona es porque su brillante final no es más que el broche de oro que redondea un portentoso engaño orquestado con aplomo, valentía y decisión delante de nuestras propias narices, ni más ni menos. Cada instante, cada momento, incluso cada frase. Esto es, básicamente, el arte de ese cine que tanto amamos, el arte del engaño. Esto es el cine, aquello que llaman "la suspensión de la incredulidad", engañar al espectador durante el tiempo que sea preciso. Pero, y he aquí la clave, se trata de engañar con estilo, respeto y tanta educación como para que el engañado se sienta orgulloso en vez de estafado. De disfrutarlo, y además querer repetir.

De igual modo que Verbal Kint con el agente David Kujan, McQuarrie y Singer se dedican a jugar con la atención del espectador de manera tan brillante y efectiva que el placer de su visionado no se apaga con una primera sesión, por demás a todas luces insuficiente para apreciar el engaño en todo el esplendor al que dan forma los sucesivos revisionados. 'Sospechosos habituales' es una de esas películas que, en los tiempos actuales tan dados a la remasterización, podríamos defender como un título que no cabe remakear. Una de esas ocasiones que las piezas surcaron el aire para caer justo cómo y dónde debían, y en donde hasta un actor tan limitado como Stephen Baldwin da perfectamente el pego como intérprete. En suma, una de esas ocasiones en las que hablamos de un filme que ya pasen cinco, diez o treinta años seguimos teniendo muy presente en nuestras cabezas. Esto es, un respeto.

El mejor truco realizado por el diablo fue convencer al mundo de que no existía. Y así... desaparece.


Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex

Este artículo se publicó originalmente en abril de 2014 en el número 4 de la revista de Phenomena Experience.

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