Miércoles, mitad de la semana, intermedio de los 7 días que dura la misma, y eso, por regla general y sobre todo temporal en el SEFF, significa mitad de festival. Ya se saluda sin temor a los que el primer día eran simplemente tímidos compañeros de breves impresiones post-visionado a la salida de un pase, se ha automatizado la forma de canjear entradas y se van tachando del cuadrante las grandes películas que han quedado pendientes de ser vistas.

¿Es posible enfilar una mañana de mejor manera que viendo una película? La respuesta es no, pero si encima es una de esas pelis "donde sale la Julié Binoch" que dice una tierna señora en las escaleras del cine, la respuesta es rotundamente no. Claire Denis usa a la mejor actriz francesa de su generación en su nueva película 'Un sol interior', una adaptación de la novela de Roland Barthés titulada 'Fragmentos de un discurso amoroso', y desde luego que Binoche justifica sola el haber entrado al pase del filme.

Denis pinza el contraste entre la concepción del amor como esa ardua búsqueda de la aguja en un pajar con el telón de fondo de (oh la lá!) París, o lo que es lo mismo, la ciudad del amor. Es difícil no acordarse de qué hubiese hecho Woody Allen con una historia como esta, ya que es una película de personajes, de conversaciones existenciales y de acciones humanas. Es decir, el cine típico del realizador de Brooklyn. El dato random de la película: Gerard Depardieu está vivo y ahora es el Sandro Rey parisino.

La tarde se iba a torcer con dos películas llegadas desde la cordillera este de Europa. La primera venía desde Dinamarca, pero parece mentira que este sea el mismo país que el año pasado trajo dos auténticas joyas como 'A War' y 'Land Of Mine', porque 'Winter Brothers' es lo diametralmente opuesto. Su esperpento es tan enorme que hasta entretiene. Fábricas, minas, hermanos (¿?) y mucho frío envuelto todo en cine experimental de producción nórdica que incluso molesta antes de alcanzar la hora y media que dura.

Lo peor es que en el fondo, en la película se divisa una trama potencialmente aprovechable, pero toda decisión técnica revienta la escena, y así es imposible, y menos cuando los secundarios podían ser perfectamente figurantes sin acreditar en la película, porque su rol de soporte es nulo. Lo único destacable es que podemos ver al hermano de Mads Mikkelsen en pantalla, Lars Mikkelsen, al que evidentemente le fue peor que su hermano cuando de pequeños repartían el gusto.

El miércoles iba a ir a peor cuando el penúltimo pase apenas tenía títulos seductores y no quedaba otra que jugársela sin hype, info previa o un boca a boca que ayudase a prepararse para lo que venía desde Croacia y que tenía como nombre 'A Brief Excursion'. Se ha convertido en necesidad vital de todo el que la ve entender qué pretende contar esta película.

'A Brief Excursion' hace honor a la sección que la trae, Senderos Que Se Bifurcan, aunque habría que preguntarse ahora por qué y hacia dónde, porque la película lo que pretende contar lo expone, lo ejecuta y luego lo suelta, y así con todo, y a veces el tratar al espectador como un tonto es hacerle un favor. Una cosita sin alas ni pretensión de volar que abraza el bizarrismo cinéfilo en un contexto de calor, ruralismo y juventud.

Pero entonces llegó Lanthimos, como ese punto en paralelo de Nadal que hace levantarse a todo Roland Garros de cualquiera de sus partidos. Si Nadal es el rey de la tierra batida, Lanthimos es el rey de lo perverso. 'El sacrificio de un ciervo sagrado' es una delicia de un dios de la tragedia, de un genio de la inmisericordia. La película está rodada con una belleza lumínica impresionante, y cuenta con momentos donde enfoca Malick o donde Kubrick gira esquinas en contrapicado, pero sobre todo con un tercer acto arrollador muy al estilo Haneke.

El director griego no entiende de redenciones ni de piedades, y usa a Barry Keoghan como catalizador de toda su malicia. Impresionante el año que está experimentado el joven actor irlandés. 'El sacrificio de un ciervo sagrado' es la constatación de Yorgos Lanthimos como un director turbio y asesino de culpas, y desde luego es donde mejor usa la música como elemento de tensión narrativa. Dominio inmejorable del metraje midiendo el tempo para montar el sonido. Su película más redonda, sin duda alguna.

Otra vez como hace dos años (esta vez no tan cercano al final), Lanthimos vuelve a paralizar el festival y a decir "aquí estoy yo". Se va asentando la idea de que ya no es un director en ciernes y de que es una de las mentes más brillantes de la Europa cinéfila actual. Así sí se ha de ir a dormir, con la sensación de que el SEFF te sacia el día pero dejándote con ganas de más. Mañana jueves, con cosas interesantes, pero, ¿qué no es interesante en el SEFF?

That's what I say.

Por Jesús Sánchez Aguilar
@JesAg_