Y van 25. El Festival de Cine en Español de Málaga cumple 25 añitos en esta edición que el 'Código Emperador' de Jorge Coira, Luis Tosar, Jorge Guerricaechevarría y Vaca Films se ha encargado de inaugurar el mismo día que también, qué casualidad, llegaba al resto de salas de cine de este país de corruptos y corruptores. Cosas que pasan.

Como las que pasan en 'El test', la que Dani de la Orden nos está acostumbrando a decir siempre que es su penúltima película: Todavía no ha estrenado la anterior que la siguiente ya está pidiendo paso. No cabe duda que el prolífico cineasta español tiene gusto a la hora de filmar y buena onda con sus intérpretes pero, también, que está adscrito a una corriente de cine demasiado comercial y timorato. Quizá por eso mismo sea tan prolífico.

Porque Dani de la Orden es ese cineasta solvente por cuenta ajena que vale para todo aunque no de (ni pretenda dar) la nota en nada. En esta adaptación de la obra de Jordi Vallejo repite la misma jugada que en 'Litus', la adaptación de la obra de Marta Buchaca con resultados virtualmente idénticos. Una bienintencionada comedia dramática edificada sobre lo que bien podría ser un puñetero drama agridulce que funciona con la agilidad heredada del teatro.

'El test' evoluciona de manera orgánica y fluida apoyada en un reparto igual de acertado. El resultado es agradable, distraído, simpático... y pasajero. Su potencial malicia se ve endulzada por aportes cómicos como los de Resines haciendo de Resines o de nuevo, como en aquella película de 2019, un epílogo innecesario que revienta el alcance de unas cargas de profundidad que, al final, se erigen en chistes inofensivos al servicio del consumidor.

Entretenida, pero también olvidable. Justo lo contrario que sucede con 'Alcarrás', película de visionado no tan agradable pero cuya estancia en nuestra cabeza promete ser mucho más duradera; especialmente, si nos gustan las alcaparras... chistes (muy) malos aparte, esta película de claros contornos documentales y testimoniales cuenta con un discurso tan poderoso como a la vez disperso. Todo, y nada a la vez. Como lanzar una moneda al aire.

La cámara se integra como uno más de la familia Solé durante dos horas de metraje. Dos largas (y algo pesadas) horas que esbozan una idea a través de muchos hilos de los que en realidad, nunca llega a tirar. La idea no está encauzada en torno a un argumento que la coja por los cuernos, siendo que Carla Simón se abandona a la creación de una imagen por encima de una historia; a dar viva voz a lo se adivinan son sus propios recuerdos de infancia.

De esta manera, y desde la reverencia de una mirada casi infantil, tal vez quede demasiado supeditado a nuestras propias vivencias el alcance de una película muy realista y muy auténtica, más no por ello emocional o empática. Así, nos queda un bonito cosecha de estampas que si bien funcionan y valen por sí mismas, juntas y unidas, como una teórica familia, no trascienden de una idea tan romántica como algo vaga que no arraiga por igual en el corazón.

Continuará...

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex