'Vuelta a casa de mi madre' - Ni te vas ni te quedas
Con 'Vuelta a casa de mi madre' Éric Lavaine reincide en ese tipo de comedia francesa amable y ligera, potencialmente simpática y agradable, que se digiere con tanta facilidad, como tanta es la facilidad con la que se olvida a poco que no haya nada que brille. Básicamente, la que ha estado cultivando a lo largo y ancho de su carrera sin destacar particularmente salvo, si acaso, en la muy agradable 'Barbacoa de amigos', visto lo visto, antes una excepción que un verdadero salto cualitativo en una carrera que no parece llegará lejos.
Da igual que se excuse en una "dramática" realidad que, no tan a la postre, queda reducida a ser eso mismo, una mera excusa como casi todo en la cinta que, caprichosamente y de manera harto trivial, queda supeditado a estar en un irrelevante segundo plano. Incluso la propia película, no tan a la postre y como es habitual en la comedia del chascarrillo sin verdadera sustancia, sustentada por el buen hacer, la presencia o el carisma de sus principales intérpretes, mayormente Josiane Balasko y Alexandra Lamy.
Pocas ambiciones para un resultado igualmente discreto, especialmente a la hora de jugar con un argumento que se difumina, y con tan poco calado como demuestra un tercio final que empantana lo que ya de por sí no era nada especial. Como si Lavaine supiera comenzar, pero no como acabar. Más lejos aún, como si fuera parte de ese cine comercial en el que una idea basta para aprobar un plan de rodaje, un presupuesto y una fecha de estreno. Y luego a lo Luc Besson, improvisando el resto del guión durante el fin de semana.
Aunque aceptablemente entretenida, 'Vuelta a casa de mi madre' es una decepción que básicamente no conduce a ninguna parte. Su argumento, o más bien su excusa argumental, carece de un desarrollo que la doten de valor real o de sentido mismo, perdiéndose el relato en una irrelevante sucesión de escenas sin demasiada gracia coronadas por un final tan conservador como un vídeo de propaganda gubernamental. Un golpe tan bajo que, por propia evidencia, tiende a reducir a un mínimo histórico cualquier atisbo de satisfacción.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex