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'Tiempo después' - Cuerda también quiere divertirse

Vía El Séptimo Arte por 28 de diciembre de 2018
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A menudo se presupone que el cine sirve como entretenimiento para el público, que cumple esa función social, pero asentando ese concepto como el más vigente se olvida el de que a veces el trabajo supone una vía de escape para cineastas, de que el cine se hace para que se divierta uno sobre todo, y si se divierte el resto con ello, pues mejor. Es exactamente lo que José Luis Cuerda hace en su última película, de nombre 'Tiempo después'.

La película es una distopía coral que canaliza todo un repaso burlón y vacilón al pasado y al presente de España con multitud de guiños y placeres para hacer las delicias del público desde el placer más chanante que Cuerda siente. Es de largo el rato más divertido y ameno que uno pudo presenciar en el pasado Festival de Cine Europeo de Sevilla, donde la película se proyectó de manera especial en uno de los últimos días del certamen.

Roberto Álamo comanda esta comedia absurda que nunca se preocupa de sí misma y que se enorgullece de su cutrez. Antonio de la Torre, Carlos Areces, Blanca Suárez, Arturo Valls o Berto Romero son algunos de los nombres que constituyen de reparto casi multitudinario que retrata la orgánica vida de clases en la España del año 9177 (mil años arriba, mil años abajo, que tampoco hay que pillarse los dedos con estas minucias). Aplaudo particularmente la visión que Cuerda tiene de la juventud: Todos hablamos como si supiéramos de todo, pero nunca hacemos nada.

'Tiempo después' es una cinta sin ninguna pretensión y hecha desde la más absoluta de las desvergüenzas por un cineasta que quiso cerrar un círculo que abrió 29 años antes con 'Amanece, que no es poco', en lo que es una clara secuela oficiosa de aquella gran comedia delirante protagonizado por Antonio Resines. El paro, los negocios autónomos, la política o la justicia ven en esta sátira grotesca y canalla un reflejo de lo que realmente podría ser este país en el futuro, o peor, lo que ya parece que es.


Por Jesús Sánchez Aguilar
@JesAg_


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