Hay algo en 'Roman J. Israel, Esq.' que no funciona. No sabría decir el qué, exactamente. Pero hay algo que no funciona, y que arrastra a la película hacia ese incómodo terreno en el que aunque te gustaría poder hacerlo, no puedes. Ese incómodo terreno en el que no puedo recomendarla... sin dejar de hacerlo. Ese incómodo terreno en el que te gustaría poder abrazarla... pero tu conciencia no te lo permite.

Y es que sobre el papel lo que propone Dan Gilroy es sumamente interesante. Como idea con la juguetear en la cabeza, por lo menos, lo es. Y el espíritu de esa idea está presente, en todo momento. Sin embargo la bienintencionada traslación de dicha idea no rinde en igual medida. Desenfocada, desincronizada, o desencajada. Algo falla, y sobre lo que el papel funcionaba en la pantalla se muestra imperfecto. E impotente.

Algo parecido a lo que le sucedió a Ang Lee con 'Billy Lynn', existiendo a su vez un regusto demasiado literario, demasiado cerebral en algunos pasajes que reducen la emoción a una cuestión matemática. Algo de una complejidad tan calculada dónde un error de una sola décima pueda causar un desbarajuste tremendo. Algo noble pero desconcertante. Siempre tentador pero a la larga, notablemente desigual y emocionalmente ambiguo.

Y en medio de todo ello Denzel Washington, un portentoso Denzel Washington despejando cualquier posible duda sobre su valía como intérprete. Un personaje e interpretaciones fascinantes en medio de una película que no lo es, nada salvo él y a la que pone en evidencia al mismo tiempo que le aporta una razón de ser, una razón por la que vivir y motivo por el que abrazarla... aunque luego nuestra conciencia nos ponga mala cara.

Al igual que el propio Roman J. Israel, abogado, la película se mueve en la sombra que proyecta la figura de Denzel H. Washington, actor. Para bien, regalándonos un gran personaje con una alta probabilidad de enraizar en nuestra cabeza; para mal, que acaba siendo más importante el personaje que la historia. Algo que genera un agridulce regusto equivalente a vencer en la batalla pero perder en la guerra... ¿O es al revés?

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex