'Luck' - Ser normal
Aunque leer el nombre de John Lasseter en sus títulos de crédito pueda crear ciertas expectativas... no, 'Luck' no es una película de animación "como las de Pixar". O más bien, al nivel de resultados y ambiciones que las de Pixar. Es cierto que al igual que buena parte de aquellas tiende más hacia lo emocional que hacia lo festivo, pero no es menos cierto que lo hace de manera más tosca, forzada y artificial. Y por descontado, sin la brillantez (o si lo prefieren, redondez) de la que es capaz la compañía detrás de películas como la reciente 'Lightyear'.
No, 'Luck' es una más a engrosar el pelotón del cine de animación. Como la primera producción de Skydance Animation, no deja de ser un producto poco valiente que tantea la temperatura del agua de la piscina con la punta del pie. Una película sin una identidad especialmente definida que acierta a la vez que se conforma con no romper nada. Y aunque nos puede valer y de hecho, por qué no, nos vale, la sensación viene a ser la misma que cuando uno de los fichajes de la temporada no mejora los números del que venía jugando en su puesto.
Peggy Holmes, su directora, venía de dirigir dos "peliculitas" de 'Campanilla'. Sobre el papel, no parece una apuesta decidida o de nivel. Sobre la pantalla y sin desmerecer su corrección y decencia, se corrobora que 'Luck' es una primera toma de contacto. Ese niño que el primer día de colegio quiere ser discreto y encajar como uno más. Una forma de romper el hielo. No por casualidad su aspecto y caligrafía visual se definen por un grueso tono neutro, mientras que su planteamiento y desarrollo dramático entran dentro de los estándares del medio.
Lo hemos visto en muchas películas: No hay nada malo en querer ser... normal.
Ahora bien, 'Luck' comienza mucho mejor de lo que acaba, incluso prometiendo estar a la altura del legado de Lasseter. Pero su tercer acto, un tanto tosco y forzado, deja al descubierto las vergüenzas de una buena idea no tan bien perfilada como planteada. El rumbo está claro, cómo llegar al destino... no. Si a eso le unimos que se decide más por lo emocional que por lo cómico o lo aventurero, ese etapa final del viaje deja un poso relativamente agridulce, pues su "normalidad", a falta de emotividad, no se compensa con humor o emoción.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex
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