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'Los osos no existen' - El show de Jafar

Vía El Séptimo Arte por 02 de junio de 2023
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Jafar Panahi es un director con el que aún no había tenido el placer de encontrarme hasta 'Los osos no existen'. Conocía a la persona y las dificultades por las que ha pasado para hacer cine social desde Irán, siendo encarcelado en varias ocasiones sin ningún motivo aparente más allá de protestar por los derechos humanos y hacer películas que enfadan al gobierno. No puedo hablar con mucha profundidad sobre su obra porque únicamente he visto el film del que voy a hablar ahora, pero viéndolo uno entiende a primeras de cambio por qué este tipo de cine no gusta en un país como este.

Estamos ante un cine social que tiene mucha facilidad para traspasar la pantalla y hacerte entender la situación que se vive en ese país. El protagonista es el propio director, Jafar Panahi, haciendo de sí mismo en una situación calcada a la que estaba viviendo en ese momento. Refugiado en un pueblo muy pequeño, cercano a la frontera entre Irán y Turquía, desde el que está dirigiendo remotamente una película sobre los problemas que está encontrado una pareja para conseguir huir del país después de sufrir abusos del gobierno. La cuarta pared se rompe de forma brillante pasados los primeros diez minutos, y a partir de ahí deambula entre la ficción y el documental de forma constante.

Este juego acaba derivando en un ejercicio de metacine ingenioso y alejado del que acostumbran a hacer la mayoría de películas. Lejos del romanticismo que suelen tener las historias de cine dentro de cine, aquí el glamour, las estrellas y los delirios de grandeza no tienen sitio. No solo por su impactante inicio, también por mostrar las pésimas condiciones en las que el director iraní tuvo que trabajar. En la aldea es tratado como un famoso pero no todos están contentos con su presencia y su forma de vida choca a menudo con la de los aldeanos. Es un retrato bastante duro sobre lo atrasados que están estas olvidadas aldeas en prácticamente todos los aspectos de la vida moderna y, lo que es peor, los derechos humanos.

Los pocos recursos al alcance de esta producción no significan una puesta en escena pobre o poco inspirada. El director utiliza varios recursos visuales interesantes, ayudado por su condición de metacine. Hay un fragmento de found footage fantástico donde vemos uno de los múltiples rituales que existen en la aldea donde se transforma en una película más inquietante o una escena nocturna que parece sacada de un thriller de espionaje. No es únicamente una película interesante. También es divertida y sorprendente en varios momentos.

Al final todo esto se canaliza en un final algo repentino y muy duro, pesimista pero a la vez coherente con el discurso que llevamos viendo durante toda la película. Este tipo de cine es muy necesario, ¿pero hasté que punto tiene repercusión real? Una película no va a cambiar el mundo, pero el trabajo de Jafar Panahi sirve para concienciar al resto del mundo de la difícil situación existente en su país.


Nota: 7/10

Por Marc Sacristán García
@TheLebowskiMan

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