Albert Espinosa vuelve a pinchar en hueso con la fallida 'Live is Life: La gran aventura', una decepción equiparable a la de 'Los espabilados'. Dirigida por la sombra de Dani de la Torre entre "las dos unidades", se trata de una especie de versión apócrifa de 'Cuenta conmigo' donde para sorpresa de nadie nos volvemos a encontrar con los habituales recursos del novelista. Y tanto va el cántaro a la fuente, que al final... pasa lo que tiene que pasar, para igualmente, sorpresa de nadie.

A Espinosa parece que le ha pasado un poco como -dicen- a Pixar: que se ha venido demasiado arriba con lo de "ser emotivo" y se ha olvidado que a la emoción no se la arrincona, sino que se le da libertad. No es algo que se busque, sino algo que se encuentra. Algo que no se impone y se acata. "El sueño de una noche de verano" durante la que ocurre todo lo que estaba previsto que ocurriese de forma tan forzada y mecánica, que todo acaba siendo tan falso como la sonrisa de un político.

Una película incapaz de esconderse detrás de sí misma, cuyo artificio queda demasiado expuesto y su credibilidad en duda por las costuras, evidentes, de su propia lógica interna, la cuál, para disimular, pasa por empezar y acabar con el "Live Is Life" de OPUS como descarado salvoconducto. De esas que encima afirman ir a contrarreloj para luego perder continuamente el tiempo por un camino por el que, oh, casualidad, todo el universo está a menos de diez minutos de distancia.

Además, bajo su fachada cándida, inocente y amable esconde y proyecta una doble lectura peligrosa y contraria a lo que se supone que predica. Es lo que tiene ir de bienqueda y luego parecer tan falso como un programa de Sálvame. Nos quedan al menos cinco chavales bastante mejor dirigidos que en 'Los espabilados', y una esperanza llevadera una vez entendemos, resignados, que estamos ante una ficción, y sólo una ficción si uno no se la toma demasiado en serio como para que moleste. U ofenda.

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex