Hablar por hablar, por el mero hecho de hablar.

'La odisea de los giles' es una de esas películas hechas, o presuntamente hechas "por y para el pueblo" que son hablar por hablar. Literalmente. Hablar por el mero hecho de hablar. Porque puede, no porque tenga algo qué decir. Porque a la mínima que nos planteemos cualquiera de sus decisiones argumentales se nos viene abajo. Se derrumba, se desmorona. Y todo hay que decirlo, su lógica hace honor a los "giles" de su más que apropiado título.

Debería de ser cuanto menos entretenida, qué menos. Pero es que la verdad, personalmente, hay banalidades que no puedo aceptar del cine comercial, sea del país del mundo del que sea. El público paga, y debería de tener derecho a que no se lo pongan tan fácil; a que le ofrezcan algo no tan perezosamente complaciente. Recurrir al "corralito" es además un golpe bajo, como lo es también cargarse a la madre de Bambi de forma tan alevosamente gratuita.

La última película de Sebastián Borensztein es un pasatiempo tan ramplón y pueril que además de aburrido acaba resultando molesto, incluso indignante por tanto en cuanto se menosprecia a sí misma, y con ello al público de tal manera. Ni Darín ni leches, esta vez no cuela. Un castillo de naipes pobremente subdesarrollado sobre lo mínimo prescindible, en base a una noción trasnochada del cine comercial cercana al trile. Cercana a la estafa.

Hablar por hablar, por el mero hecho de hablar.

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex