'La forma del agua' - Un monstruo viene a verme
Guillermo del Toro ni se fue ni ha vuelto aunque, al igual que ocurre con Tim Burton, es un cineasta de otro tiempo al que el siglo XXI ha dejado un tanto desubicado. Relativamente hablando, claro está, que no hay nada absoluto ni de lo que no se pueda sacar (buen) provecho. Menos aún cuando hablamos de alguien como Del Toro, fiel a unas creencias que mima y que siempre se ha movido en torno al choque del mundo real con un mundo fantástico.
Casi siempre a la sombra de un monstruo que sólo lo es en apariencia; de un inconmensurable poderío plástico al borde del conflicto con las palabras; de una sencillísima inocencia tan cerca del colapso como de hacer las paces consigo mismo. La melancolía y romanticismo conceptuales del mexicano brillan especialmente, de manera más clara que nunca en esta fábula romántica que hay que encarar, aceptar y asimilar con la misma sensibilidad de un recién nacido.
Una especie de contramedida blanca, muy blanca y sencilla contra el cinismo imperante, en el mundo, en cualquier parte, o en la ficción fantástica moderna, que exige de nosotros como espectadores, y como personas en sí mismas, una sobredosis de ingenuidad que ahogue a ese mismo cinismo con el que desconectamos del día a día, del mundo en general o de los demás en particular. El mundo, ese lugar tan terrible, y a la vez tan bello y potencialmente maravilloso.
Parece un chiste, más no lo es. Una muda, un gay, una negra... hablamos de los años 60 en Estados Unidos, una serie de monstruos que no lo son bajo la suela del puñetero que sí lo es. La huella de títulos como 'La novia de Frankenstein', 'La mujer y el monstruo' o por qué no, 'Frankenweenie', es más que evidente en 'La forma del agua', una clara revisión de aquel espíritu genérico en la medida que no lo fue esa 'momia' sacrificada en nombre de Tom Cruise.
'La forma del agua' genera un sentimiento encontrado equivalente al enfrentamiento -no necesariamente violento ni a muerte- entre lo onírico y lo tangible. Las intenciones no hay duda que, como la partitura de Alexandre Desplat, son las mejores y, dejando de lado a ese cínico asqueroso que gusta de mirar por encima del hombro, pues todo es tan sencillo como rematadamente de bien. Salvo por ese cínico asqueroso, un "monstruo" que tiene que mirar entre medias de los detalles.
En realidad, los mismos problemas que con 'La cumbre escarlata', si bien aquí al menos su refinamiento, equilibrio, y sobre todo espíritu netamente romántico, inocente, casi angelical permiten que sus carencias, prácticamente inherentes a la simpleza de su forma y constitución, pasen bastante más desapercibidas que en aquella. Tanto, como para que a veces olvidemos ese mundo real que asoma en cada esquina como una inoportuna, molesta e indecorosa amenaza.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex
Menudo película absurda, tontita, mediocre, con un guión facilón. Los efectos, si, espectaculares (pero que menos en estos tiempos), el ambiente bien creado, y ya está. No le encuentro nada más digno de mención en positivo.
Puaf, señores, vaya mierda de Oscar.
Silvia
El argumento falla por todos lados, no es coherente en muchas partes, es previsible hasta decir basta.
No se explica absolutamente nada y para rematar hay eventos que francamente no entiendo su presencia en el film.
nota: 5 le pongo tanto por el argumento y creo soy generosa con una pelicula que no volveria a repetir.
totalmente de acuerdo.
Aquí solo hay un cuento, el de la Academia. Un 5.