Cuando uno termina de ver 'Gold' piensa en tres cosas:

- Primero. Que hay algo que falla aunque no aciertes a expresar con palabras el qué. Quizá sea porque la película siempre resulta interesante, aunque no más que una eterna promesa que nunca llega a explotar. La que es sin sobresalir dentro de la tónica habitual de cuando hablamos de perseguir el sueño americano. Ese mismo mal llamado sueño americano mediante tácticas, por supuesto, que de tan poco éticas estamos más que acostumbrados a considerarlas, prácticamente y como españoles, una rutina si no tienen un valor diferencial que compense la ausencia de un partidismo evidente. Ya se sabe, en este país no se trata del qué... sino del quién.

- Segundo. Que Matthew McConaughey y Edgar Ramirez lo hacen bien... especialmente porque la película les sirve en bandeja de plata una actuación individual y conjunta que, aunque buena, se siente casi lo menos que tan de rigor como para no aparentar mérito alguno. La película se construye tan sobre la base de su buen trabajo que refleja, o parece reflejar y con más brillo si cabe, algunas de sus carencias. Las que presenta un filme descompensado donde sus protagonistas, y su relación, están tan definidos como para que el fondo se presente tan desenfocado como un gusto por el detalle que o no sabe, o no contesta, o carece de relevancia.

- Y tercero. Que a Stephen Gaghan la película en sí misma no le importa demasiado; eso, o que sus productores han preferido que las decisiones importantes se tomen en una sala de juntas y no en una de montaje. Un desfile de sucesos sin solución de continuidad dónde prevalece el movimiento ante todo, hacia delante a ser posible aunque no importe demasiado lo que haya delante. Esto es, resulta tan complicado aburrirse como encontrar un punto de agarre que suscite una reacción que no se vea, de forma irremediable callada, obviada o incluso menospreciada por lo que sea que sucede antes del después (de lo que hay después, etc, etc).

Tres cosas que dejan un veredicto claro: 'Gold' es una película muy entretenida sobre la búsqueda de ese llamado sueño americano del que hemos oído hablar tanto, por ejemplo en la sala de al lado con 'El fundador', como para estar de sobra acostumbrados. La factura es intachable, y a su vez irreconocible, y los jugadores involucrados unos consumados profesionales, pero las necesidades del prime time, el share y de las oportunas pausas publicitarias no les ha permitido pasar de la introducción de un libro que conocemos como un resumen; de hablar de verdad en lo que no deja de ser, para el caso, o como si fuera el caso, un debate televisado de cara a la galería y a los ombligos de los espectadores con un pobre índice de conversos.

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex