'El Sr. Henri comparte piso' - Cuidao: muchos franceses la han visto
'El Sr. Henri comparte piso' es una de esas películas "que han visto más de un millón de espectadores en Francia", suponemos que en su mayoría ciudadanos que se consideran (orgullosamente) franceses de alguna manera. O como si lo fuera, dado que en este caso en realidad se tratan de tan sólo "más de medio millón", algo que en cierto sentido, medio millón arriba medio millón abajo, pone de manifiesto el proteccionismo del estado francés para con su cine. Como si un millón, o para el caso medio millón de franceses no pudieran estar equivocados... o como si tuviéramos que hacer caso a un francés, probablemente el ciudadano más odioso que uno pueda encontrarse desde aquí a TRAPPIST-1f. Pues imaginen no a uno, sino a un montón.
En cualquier caso, no obstante, sin embargo, empero, el Sr. Henri tampoco tiene la culpa... de nada en particular. Tampoco es 'Vuelta a casa de mi madre', modelo ejemplarizante de película francesa "que han visto un millón de espectadores" a la que la gracia le dura lo que dura el tráiler, más o menos. Se le parece, pero el Sr. Henri es cuanto menos más convincente, consecuente y solvente dentro de ese espectro netamente francés, de aparente gran tradición al norte de los Pirineos, de comedia amable, ligera y madura que lo es tanto, tanto, tanto que a veces ni parece una comedia sino una especie de drama aguado y que uno, en un alarde de perspicacia espontánea, pensaría si no era su madre quién debería de haberla visto, que para algo está.
Qué cosas, ¿verdad?. 'El Sr. Henri comparte piso' establece una de esas amistades ente dos polos opuestos, una joven y un cascarrabias, que solo funcionan en las películas; con un tono amable que tiende hacia la afección y lo edulcorado, y que como adaptación de una obra teatral sufre de cierta rigidez medioambiental y pereza en su puesta en escena. El mensaje es evidente al igual que su desarrollo y las sorpresas, de principio al fin y al igual que las carcajadas, no encuentran mucho sitio en este apartamento. Sin embargo al César lo que es del César: Resulta entretenida, y su amabilidad se desliza por el paladar sin hacer ruido y con una sonrisa moderamente visible durante unos 90 minutos a ojo tras los cuales uno se marcha a casa...
... o adónde quiera que le lleve su bolsillo, igualmente se marcha como si saliera de la mismísima Francia: deprisa y sin mirar atrás, no vaya a ser que... eso.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex