'Cyrano' - Con palabras, y no con el corazón
Vaya por delante que para mí, Cyrano de Bergerac siempre será Gerard Depardieu. De ahí no me sacan ni a tiros. Aunque a decir verdad, de aquella película de Jean-Paul Rappeneau no recuerde más que lo mismo que recuerdo del 'Roxanne' de Steve Martin: su protagonista y su nariz. Este nuevo 'Cyrano' de Joe Wright tampoco cambiará eso, siendo que dentro de apenas unos días estaré como estaba al principio: sabiendo de su historia sólo por la portada.
En el caso de esta película que ahora nos ocupa, la portada sería la labor de un intérprete de la talla de Peter Dinklage, tan sólo limitado por un físico que rara vez podemos dejar pasar por algo y que le condiciona, dicho sea sin mala voluntad, más que a otros. Su labor, al igual que ya lo era en 'Juego de tronos', 'I Care a Lot' o las dos versiones de 'Un funeral de muerte', es lo más destacable de una película que si por algo destaca, es por su labor.
Y no más que por su labor, aunque no estemos ante una propuesta necesariamente mala, sino más bien sosa. Básicamente, a este 'Cyrano' le falta alma, siendo que a pesar de lo que en apariencia podrían ser bondades, se desenvuelve sumida en la indiferencia de una narrativa que nunca levanta el vuelo; tal vez, porque parece demasiado preocupada por mantener las apariencias de una producción que, ante todo, parece destinada a los académicos.
Esto es, una producción de apariencia solemne que parece un niño obligado a comportarse como un adulto por el qué dirán, paseando de un lado a otro de la habitación cabizbajo sin saber qué hacer. Es curioso en ese sentido como el elemento llamado a ser diferencial, sus canciones, actúan en la mayoría de los casos como una pausa publicitaria. Un lastre olvidable que incluso le arrebatan a la película la poca vida que logra generar.
Estos interludios musicales, por lo general poco inspirados, entrecortan aún más una dinámica aquejada a su vez de un problema de tono que, como si Harvey Weinstein hubiera cortado entre medias algunas escenas, va y viene entre lo musical y lo romántico, entre lo cómico y lo trágico de manera abrupta. Y por ahí, en medio, Peter Dinklage. El sostén de esta desalmada producción equiparable a un poema escrito con palabras, y no con el corazón.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex