Albert Dupontel es un cineasta alegremente ecléctico, lo que de manera automática le convierte en alguien inquieto y con inclinación por lo temerario e inestable. No siempre es un buen día para probar suerte con un estilo guiñolesco y desmedido del que también beben otros cineastas como Javier Fesser o Jean-Pierre Jeunet. Y 'Adiós, idiotas' es una buena prueba de ello, en una definición casi perfecta de lo que sería el "ni contigo ni sin ti".

Una película "marca de la casa" que en esencia es un drama envuelto en una comedia. O al revés. Una mezcolanza bienintencionada y extravagante, y a mitad de camino entre la poesía y la caricatura, que funciona y deja de funcionar indistintamente, a arreones. Lo dicho, de forma temeraria e inestable. Ni contigo ni sin ti, depende de en que momento preguntes de esta relación de amor y odio como espectador, pero también como persona.

Esta esquizofrénica y caprichosa huida hacia adelante es lo que define una película cuyos argumentos a favor y en contra vienen a ser los mismos. Como ese conductor que se mueve a costa de acelerones y frenazos, en un viaje tan molesto como a su vez tan vivido. No es tanto que pueda satisfacer como que la incertidumbre pueda resultar más estimulante. La duda de ver a un funambulista sin saber si prefieres que lo logre... o que caiga al vacío.

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex