'120 pulsaciones por minuto' - 5.000 metros lisos
Encantada de haberse conocido. Pero encantada de haberse conocido, oiga, como lo está '120 pulsaciones por minuto', lo que vendría a ser la antítesis de lo que podríamos considerar pragmatismo narrativo. Y también, lo que vendría a ser la antítesis de lo que podríamos considerar nervio o contundencia en esto del cine. Lo que vendría a ser un exceso, principalmente de metraje aunque no sólo de metraje, que acaba por meterse el gol en propia puerta.
Y es que cuando uno empieza a mirar el reloj a los 40 minutos, cuando aún le quedan casi dos horas más por delante, mal vamos. Y cuando miras el reloj y observas que todavía te quedan 40 minutos por delante, cuando la sensación es que ya llevas cuatro horas ahí sentado, peor vamos.
Robin Campillo mezcla drama, política, progresismo y contexto histórico sin mediar un equilibrio que regularice unas con otras. Ni por supuesto, la mínima duda sobre el imperioso buenismo y necesidad, la maldita "necesidad" de su propósito social. El resultado, una obra condenadamente acartonada, moralmente tan correcta que apenas si extrae un ápice de la rabia o humanidad del momento que pretende, intenta fallidamente retratar de manera tan burda e insípida.
Ideología de manual, ninguna sorpresa y un discurso, a la postre y no tan de postre, de progresista aburguesado tan inofensivo, tan ingenuo, y tan postureta como una de "esas campañas sociales" con las que las distintas administraciones públicas lavan la imagen de sus pecados...
... más, no necesariamente ni esos mismos pecados ni por supuesto, su conciencia. No se trata de señalar, de simplemente señalar a lo Danny Madigan. "Los malos están ahí dentro" le decía a Jack Slater en su última película. '120 pulsaciones por minuto' es como ir a ver los 100 metros valla y encontrarse con los 5.000 metros lisos. O algo que se le pueda parecer, si acaso, que en cualquier caso limitarse a señalar sigue siendo de mal gusto y educación.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex