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'Un gran día para ellas': Con uno basta

Vía El Séptimo Arte por 04 de diciembre de 2008

Sin todavía comprender las razones que han empujado a su jefa a despedirla de su trabajo, la institutriz Guinevere Pettigrew se ve merodeando desamparada por las calles de una Londres a punto de entrar en la segunda Guerra Mundial. En un último y desesperado intento para recuperar su empleo, la tímida mujer acabará metida en el sub-mundo de la alta clase social, rodeada de glamour, cotilleos, desfiles de moda y fiestas hasta altas horas de la madrugada. Un día de locos en el que no sólo tratará de poner orden a su caótica vida, si no también hacer lo propio con la de los pintorescos seres que vaya conociendo.

A pesar de dirigir algún que otro capítulo de la televisiva ‘Life on Mars’, Bharat Nalluri ha colaborado en ‘Resident Evil’ y ‘Alien Vs Predator’ y ha dirigido ‘Tsunami: El día después’ y ‘El Cuervo: Salvación’. Como diría un casi siempre malhumorado alemán: “No hay más que decir.” A los hechos me remito para explicar el fiasco de ‘Un gran día para ellas’. Por una parte sería injusto achacarle toda la culpa a este cineasta de orígenes indios, pues el elenco de actores -a pesar de contar entre sus filas con destacados nombres y alguna que otra joven promesa- no pone mucho de su parte. Además, es difícil sacarle jugo a un guión tan pobre como el que le brindaron. Pero por otra parte, corresponde al director de una película aprovechar y sobretodo orquestar estos elementos para poder construir un conjunto sólido. Y en eso Nalluri fracasa estrepitosamente.

Con un irritante abuso de la música de salón de la época, se van encadenando escenas que no son más que un pésimo hilo conductor entre bromas fáciles. Es algo así como ver un capítulo de relleno de una “sit-com” mala. Tanto que llegados a cierto punto, me resultaba extraño no oír de fondo el machacante ruido de risas enlatadas (un recurso que visto lo visto, tampoco habría sido una mala alternativa). Porque pocas cosas hay tan patéticas como una película que se esfuerce tanto en ser divertida que acabe perdiendo toda noción de comicidad. Aunque la mona se vista de seda, mona se queda. Aunque la cinta desee ser gamberra, en realidad es vulgar. Aunque desee ser entretenida, nada nos quita el aburrimiento producido por esta insulsa feria de las vanidades.

En la misma línea se hallan los actores. Cada uno con su propia guerra. Amy Adams se estrella en su papel de alocada aspirante a diva. Ella y sus desmesuradas ansias de comerse todas las escenas en las que aparece se convierten en el más claro exponente de lo comentado antes. Está tan desesperada por caer bien al respetable que después de soltar su gracieta parece que vaya a quedarse con la boca abierta esbozando una sonrisa, y no vaya a seguir hasta oír las risas de su amado público. Frances McDormand y Ciarán Hinds dan pocos síntomas de su talento. Deciden apartarse del embrollo y agachar la cabeza sólo levantándola esporádicamente con el fin de comprobar cuánto tiempo falta para que termine la función... para así poder cobrar sus respectivos honorarios.

En uno de los constantes ataques de genialidad de Los Simpson, el abogado Lionel Hutz clamaba: “¡Es el caso más flagrante de publicidad engañosa desde la Historia Interminable!” Algo similar diría al salir de la proyección de este filme y al comprobar que su título le prometía "un gran día”. No obstante, el hecho de que sólo sea una jornada es un potente bálsamo, porque al terminar la noche, uno puede respirar tranquilo sabiendo de buen seguro que el suplicio ha terminado. Y es que con un día basta.

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