'Trash, ladrones de esperanza': Brics basureros
Rio de Janerio, año 2014. Rafael y Gardo están a poquísimos pasos de convertirse en los niños más ricos de Brasil. Atención, pregunta: "¿Cómo lo han conseguido?" A: Haciendo trampas. B: Teniendo -mucha- suerte. C: Son unos genios. D: Estaba escrito. Uno ya no se acuerda de si se gastaron o no los comodines de la llamada y del 50%. Superada esta pregunta, ya sí que solamente quedará una. La última, la más importante. La del millón. ¿Tras el descalabro de 'Tan fuerte, tan cerca', será ésta la última oportunidad para el que antaño fuera uno de los directores favoritos de nuestros tiempos por parte de la Academia? En otras palabras, ¿En esta industria de naturaleza inmisericorde, sigue habiendo lugar para las segundas oportunidades? Dudas implícitas: ¿Todos los méritos acumulados a lo largo de los años para lograr un currículum prácticamente impoluto pueden quedar en nada por culpa de un tropiezo? ¿Cuánto más alta la subida, más fuerte será la caída? Y... ¿Puede uno resarcirse y volver a levantarse? Para esta última prueba, quedará sólo el comodín del público, que es fundamental; quizás el más importante... y, por cierto, salvador y traicionero a partes iguales.
Antes de entrar de lleno en este encadenado de momentos cruciales, una breve recopilación de los sucesos que nos han llevado a este clímax de insoportable (en el buen y el mal sentido) tensión. Grosso modo, que tampoco estamos aquí para cortar el ritmo. Brasil es uno de los más orgullosos miembros de los "BRICS", ese grupo de países erigidos en alumnos aventajados de una globalización que alaba sus supuestos milagros económicos... mientras muy alegremente se tapa los ojos ante las asignaturas pendientes que, para colmo de males, se antojan, a cada día que pasa, más y más irrecuperables. En el otro lado del charco (ya no se sabe del todo bien en cuál de ellos), un director llamado Stephen Daldry descubre, de la peor de las maneras, que el crédito (el que sea, de quien sea) no es ilimitado, y que por mucho que a uno le hayan reído las gracias a lo largo de su vida (la profesional, que es la única que nos interesa aquí), acaba llegando el momento en que, ya sea por el destino o por deméritos propios, se termina esta dinámica triunfal. Entonces... ¿qué? Entonces, y para ponerle un título al asunto, llega 'Trash', que traducido al castellano nos habla de una "Basura" que quizás sería demasiado malsonante para llegar, así, sin más envoltorio, a las carteleras de nuestro distinguido país. Ingenio distribuidor local al rescate. Añadámosle la siguiente coletilla: "ladrones de esperanza". Ahora sí. Muy bonito. Niquelao'. Y como quien no quiere la cosa, el espíritu de Stephen Daldry ha quedado condensado en cuatro palabras. En todo lo que implican, tanto en la forma como en el sentido más estrictamente teleológico. En mucho menos de media línea de texto, conviven dos lenguas (y por ende, dos perspectivas distintas con las que tratar de entender el mundo que nos rodea) y tres conceptos a priori peleados entre sí, pero que a la hora de la verdad se complementan casi hasta alcanzar el nivel de simbiosis. Lo dijo Rodney Cucaracha (o uno de sus 2000 primos en 'El cuchitril de Joe'): "Lo realmente increíble de la mierda es que de ella salen cosas bonitas." Pero cuidado, estamos muy lejos de aquella irreverencia noventera de la MTV (¿se acuerdan?) Ha llovido mucho desde entonces, y parece que todo el chaparrón caído haya sido para dejarnos con un mundo de cara a la galería más homogeneizado... pero seguramente mucho más injusto. Ley universal que nos empeñamos en hacer realidad: cuando alguien se hace rico es porque diez otros desgraciados se empobrecen hasta ahogarse en la miseria. El contexto es, ciertamente, desolador, pero incluso cuando más negro parece ponerse, se las ingenia para dejarnos vislumbrar, a lo lejos, el asomo de un rayo de luz. Hablemos, si se prefiere, de la posibilidad de una esperanza que en los momentos más aciagos nos hace sonreír, pues por muy canutas que pinten, siempre habrá hueco para esa convicción semi-suicidia de que en el ultimísimo momento, la divina providencia realizará un giro brusco en el timón de nuestro destino para así cambiar la catástrofe más sangrienta por la gloria más rotunda. El cine de Stephen Daldry, al menos aquel teóricamente destinado a llegar a un gran espectro de público, parece alimentarse de estas sensaciones que, como se ha dicho, a pesar de que la lógica nos diga que van a estar en conflicto, en realidad conviven en casi-perfecta harmonía. Así, la basura nos lleva a la esperanza... y no pregunten por el proceso, pues por el camino seguramente se haya tenido que robar (o tomar prestada) alguna que otra idea. Situada claramente por debajo (en todos los niveles) de sus dos referentes más obvios, 'Trash, ladrones de esperanza', es exactamente lo que nos vendía su tráiler: la respuesta de Brasil (es decir, de aquel país que nos volvieron a presentar Fernando Meirelles y Kátia Lund) al inesperado e igualmente contundente fenómeno 'Slumdog Millionaire', de Danny Boyle. Al igual que esta última cinta, la visión occidentalizada de una cada vez menos exótica "ultramar" propicia una narración que se servirá de su propio espíritu aventurero para ir dejando, por el camino, migas de retrato (quién sabe si de denuncia) social. Lo justo para que la conciencia no se duerma del todo... ni tampoco se le ocurra amargarnos el show. El dinamismo, como sucediera con Boyle, se erige en mejor garante del producto. Daldry vuelve a asociarse con quien mejor sabe, es decir, con la chavalada, para que la química de delante de las cámaras tape las carencias del conjunto, que no son pocas... pero que tampoco parecen importar demasiado. La coherencia del relato queda obviamente sacrificada a conveniencia de un narrador demasiado obsesionado en gustar a cuanta más gente mejor, fallo letal en la mayoría de directores, pero mejor carta de presentación para otros pocos afortunados. Cosas de Mr. Daldry, quien parece conformarse, definitivamente, en ese arte de nadar en varias aguas, sin mojarse excesivamente en ninguna de ellas. Por supuesto, a 'Trash, ladrones de esperanza' se le puede exigir mucho más en cada uno de los frentes que abre, aunque no menos cierta es la extrema dificultad que se le presenta a uno a la hora de ponerle mala cara a cualquiera de ellos. Impera, pues, una satisfacción en el mejor de los casos moderada, y que necesita para vivir una serie de artificios estético-narrativos que parecen ir a contracorriente de la historia a la que dan forma... pero ya se sabe, vivimos tiempos en los que "basura" y "esperanza" van de la mano en el mismo título. Nota: 6 / 10por Víctor Esquirol Molinas