Eric Cartman, orondo y malhablado buque insignia de la troupe South Park, nunca tuvo especial devoción por la serie Padre de familia. Cuando la emitían por televisión la veía junto a sus amigos, se echaba unas risas con ella... y poco más. Disfrutaba con su visionado pero la espera de un nuevo capítulo no le quitaba precisamente el sueño. Todo empezó a ir mal cuando sus amigos se dedicaron a relacionar su humor con el de la familia Griffin. Los comentarios al respecto, que se repetían cada vez con más frecuencia, provocaron el enésimo cortocircuito en su cerebro, lo cual dio a pie a que Trey Parker y Matt Stone (que, sorpresa, se encontraban en la misma situación que su querido personaje) iniciaran un díptico para el recuerdo titulado ''Cartoon Wars''.
En él, el bueno de Eric, harto de las -a su entender injustificadas- comparativas, emprendía una particular odisea para encontrar los estudios en los que se producía Padre de familia, con tal de boicotear la maquinaria desde su interior, y lograr así que la maldita serie dejara de emitirse. A lo largo de su periplo le tocó marcar distancia en más de una ocasión, afirmando en tono airado que sus bromas, a diferencia de las disparadas por Seth MacFarlane (incoherentes e irrelevantes, siempre según él), surgían de unas situaciones y de unos estados emocionales que asimismo daban fundamento a una historia bien trazada. Tras dejar a sus enemigos atrás, y después de haber intercambiado algunas impresiones con el mismísimo Bart Simpson, Cartman pudo al fin entrar en las entrañas de la bestia... y lo que vio fue espantoso.
No había guionista alguno detrás de Padre de familia, sino una inmensa piscina en la que unos manatíes nadaban alegremente, jugando con balones que los jefes del estudio iban lanzándoles periódicamente. Cada pelota tenía escrita en ella un concepto. Cualquiera. Lo que hacían los supuestos responsables de dicha serie era estar atentos a los tres primeros balones que tocaban los manatíes. Cada serie de tres (en la que podían estar, por ejemplo ''Obama'', ''Taj Majal'' y ''Tomate'') configuraría un gag, y entre chiste y chiste, se iría rellenando tiempo hasta llegar a los veinte minutos de rigor de cada capítulo. Esta imagen obviamente se correspondía a la imaginación gamberra de la dupla Parker & Stone (como se ha dicho, seguramente alimentada por la rabia producida al verse éstos en la misma situación que Cartman), pero también es una estupenda metáfora para entender mejor cómo funciona el humor de uno de los actuales gurús de la comedia norteamericana.
Son palpables (y cada vez más numerosas) las evidencias de su enorme popularidad e influencia: la multiplicidad de series televisivas que llevan su firma, el modo como otros emblemas de la pequeña pantalla se han reinventado a imagen y semejanza del dogma MacFarlane... el de Connecticut está en la cresta de la ola, pero sabe que todo lo que sube, baja. Todo lo que mola... acaba cansando. El oro de hoy es el latón de mañana. Lo sabe porque lo ha dicho en más de una ocasión ya sea declarándolo directamente, ya sea poniendo sus palabras en boca de algún que otro personaje suyo. Cuando llegue la hora de la que casi ningún autor escapa y ya nadie le ría las gracias, al menos podrá mirar atrás y decir que cuando tuvo la ocasión, la agarró con todas sus fuerzas y la estrujó hasta que ya no quedó más substancia.
'Ted' es el esperadísimo salto a la gran pantalla por parte de Seth MacFarlane. Esperado y necesario, al ser éste un auténtico rey en un medio que día a día se empeña en demostrar que el calificativo ''pequeño'' para referirse a él está fuera de lugar. Así lo hace el propio creador de Padre de familia, que demuestra que lejos de la animación, su humor sigue funcionando satisfactoriamente. Su característico de combo de puñetazos macarras, freaks, nostálgicos, soeces y cargados de referencialismo pop, deja de lado el papel y el lápiz y hace un salto mortal hacia la imagen real, eso sí, con un personaje -excelentemente- renderizado por ordenador, estrella más reluciente del show, y que pone título a una historia que podría definirse como una versión de lo más irreverente del cuento clásico Pinocho.
En los suburbios de Boston, un niño con extrema dificultad para congeniar con otros chavales, es objeto de un milagro típicamente navideño, al concederle una estrella fugaz su deseo más preciado: el mejor amigo que pueda imaginarse, un adorable osito de peluche que siempre estará a su lado. Pase lo que pase. Introducido el factor fantástico ideal como punto de apoyo para que despegue el alocado humor de MacFarlane, la historia romántica entre Mila Kunis y un irreconociblemente gracioso Mark Wahlberg, que en principio es la principal línea argumental, se revela casi como un estorbo; una necesaria excusa para existir con demasiado poco encanto, debido a su previsibilidad y sumisión hacia la demasiado a menudo infame comedia romántica estándar. Es este un handicap al que pocos podrían sobreponerse, pero afortunadamente, el manatí MacFarlane sale a flote, precisamente porque de sus tics salen los fogonazos que arrancan las carcajadas al respetable.
Se repite pues el efecto Padre de familia, serie en la que, debido al abuso de la fórmula del flashback-gag, la gente no recuerda de qué va la mayoría de sus capítulos, pero por el contrario sí se acuerda de, por ejemplo, las legendarias luchas entre Peter Griffin y el Pollo, o de la muestra de por qué los caballos son mala gente. En 'Ted', los altibajos de la relación sentimental entre John y Lori quedarán eclipsados por la batalla del motel, las farras del osito -claro reflejo de Stewie Griffin- o las pedorretas soltadas en el momento perfecto (todas ellas armas igualmente efectivas, sobre todo para los fans de la marca MacFarlane). Por una vez, la promoción de la película no ha sido engañosa, puesto que nombrar la serie que tanto odiaba Eric Cartman es la mejor carta de presentación posible: 'Ted', título imprescindible en la nueva comedia americana, se arruga en lo edulcoradamente rutinario, pero se crece en el caos causado por una buddy movie tan fresca como a la postre -y esto es lo importante- divertida. ¿Moraleja del cuento? ¿Quién quiere aburridos planteamientos lógicos cuando en el escenario está el que seguramente sea el manatí más divertido del mundo?
Nota:
7 / 10
Por Víctor Esquirol Molinas