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'Somewhere': La belleza del vacío

Vía El Séptimo Arte por 30 de septiembre de 2011

Se abre el telón y el público queda maravillado. Ante ellos ha aparecido un palacio veneciano renacentista. Todo reluce; todo incita a abrir la boca hasta que la mandíbula quede desencajada y toque el suelo. Las escalinatas de mármol, los adornos de oro, la madera tallada por los mejores maestros, el delicado terciopelo... todo el espacio del escenario ha sido llenado con detalles exquisitos, y salta a la vista que alguien ha pensado hasta en el más mínimo detalle. El resultado es impecable; brillante. La historia cobra vida en todo su esplendor, y parece que estemos a unos pocos pasos de empaparnos de ella. Siglos de distancia comprimidos en la estrecha distancia que separa el patio de butacas del escenario.

Ante tanta incredulidad, un espectador babeante y con los ojos como platos se levanta con los brazos extendidos. Atraviesa sin previo aviso el pasillo central y sube con determinación los cuatro escalones para poner los pies en los tablones que pocos minutos más tarde aguantarán el peso de los actores. ¿Es real lo que está viendo? Sus sentidos le dicen que sí, pero su instinto opina todo lo contrario. Tanta belleza; tanta perfección debe encerrar algún tipo de trampa. Y así es. El intrépido espectador, cuando ya empieza a creérselo todo, se apoya en una de las paredes del palacio veneciano... y todo se esfuma. Un leve crujido desata una avalancha de plástico y papel que se abalanza sobre nuestro protagonista. No hay heridos en esta historia, si acaso el orgullo de un público que se siente estafado, y que se ha ido de paseo... a alguna parte.

En alguna parte de un desierto irrumpe el estruendoso rugido de un deportivo de alta cilindrada. Su conductor es un famoso actor de Hollywood cuyo brazo escayolado no le impide seguir viviendo la vida a tope. Por la mañana, conducción temeraria, al mediodía, una pequeña juerga con los colegas (entre los que se encuentra Chris ''Party-Boy'' Pontius), por la tarde una rueda de prensa y por la noche un espectáculo picante para acostarse con una sonrisa picarona en la cara. Todo esto amenizado, obviamente, por un ejército infinito de mujeres despampanantes. ¿Salen de una fábrica? ¿Brotan del suelo? A quién le importa, el caso es que están allá, y siempre dispuestas a dedicarle al héroe de la función una sonrisa en vistas a terminar acostándose con él.

Y ahora, que levante la mano quien no quisiera esta vida. ¿Nadie? Gracias. Hagan la misma prueba después de ver 'Somewhere', última obra de una de las niñas mimadas de la industria; hija-de... Francis. Sofia se fue el año pasado de Venecia con el preciado León de Oro en el bolsillo. Sospechas a parte concerniendo el vínculo afectivo entre el Presidente del Jurado y la premiada (la antigua relación sentimental con Quentin Tarantino sigue coleando, al menos para los más malpensados), lo que nadie puso en duda es que la joven Coppola ofrece productos que encajan perfectamente en la definición de -buen- cine de autor, lo cual unido al pedigrí, ya abre la mayoría de puertas de cualquier certamen cinematográfico mínimamente prestigioso.

Cine de autor porque no hace falta llegar a los títulos de crédito finales (en los que, cómo no, suena Phoenix) para identificar la firma de la directora. Poniéndonos negativos, se puede hablar de reiteración en el discurso, incluso de lugares comunes en un universo personal que quizás no era tan extenso como cabía imaginar en un principio. El ejemplo más hiriente, el episodio de de la película que sucede en Italia, auto-homenaje descarado a 'Lost in Translation', la cinta que a día de hoy, sigue marcando la cumbre en la corta pero sin duda intensa carrera de Sofia Coppola. El contacto con la gente no-americana (¡qué raro es todo el mundo!), los entornos en los que se mueve el protagonista, la soledad que a pesar de todo siempre le acompaña... Cambien a Scarlett Johansson por Elle Fanning y quítenle a Bill Murray los años necesarios para llegar a ser Stephen Dorff, y estarán en algún lugar cercano a 'Somewhere'.

Ahora poniéndonos positivos, toda esta acumulación de déjà vus nos lleva a la certeza de que detrás hay un estilo; hay una manera propia de entender el cine, que gustará o no, pero que sólo nos puede ofrecer Sofia Coppola, una cineasta que consigue lo que parece imposible, que empaticemos con su mundo, que se sitúa a años luz de la amplísima mayoría de seres mortales... y se oyen los ecos del mejor Wes Anderson. Dicho de otra forma, ¿por qué demonios debería yo sentir algo por este ser que vive en la abundancia y en el más lujoso de los excesos? Porque en cierta medida, también habla de nosotros. Porque al fin y al cabo, el uso que hace él de su Ferrari es el mismo que hacemos nosotros, por ejemplo, de un smartphone de última generación, o de una camiseta que nos ha hecho gracia.

La misma que nos hizo el escenario teatral antes comentado, que rellena el vacío de un escenario que sin él, se vería muy pobre. No son precisamente pocos los que prefieren vivir en una bella burbuja antes que enfrentarse a la cruda realidad. Sofia Coppola, que es una chica lista, se queda con las dos versiones, dejando que nos regodeemos con el decorado, para más tarde tirarlo todo al suelo. Este es el legado de 'Somewhere', un a ratos tedioso y a ratos hipnótico contagio por la fascinación que en el fondo siente la autora por los pequeños grandes detalles que envuelven la industria del espectáculo, tan divertido como aburrido; tan deslumbrante como hueco; tan cálido como frívolo; tan banal como trascendente; tan resplandeciente como decadente.

Nota: 6 / 10

por Víctor Esquirol Molinas

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