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'Sólo para dos': Ir a perderlo y perderse

Vía El Séptimo Arte por 13 de febrero de 2014

'Ir a perderlo y perderse' es el título español del debut en 1983 del realizador Curtis Hanson, responsable algunos años después de títulos tan reseñables como 'La mano que mece la cuna', 'Río salvaje', 'L.A. Confidential' o 'Jóvenes prodigiosos'. Su protagonista era un joven Tom Cruise a falta sólo de unos meses para convertirse en estrella gracias a 'Risky Business'. La cinta, básicamente, pretendía seguir los pasos de la emblemática 'Porky's', que un año antes había barrido literalmente las taquillas tras permanecer en el primer puesto del ranking norteamericano durante ocho semanas consecutivas. Claro que, eran otros tiempos. En otros tiempos.

Dicho sea a las claras, aquella cinta era bastante mala. Y lo peor, siendo que se trataba de una comedia, es que no tenía ni puñetera gracia. Hanson comprobó que lo suyo no era la comedia y se reinventó así mismo como director de thrillers a través de títulos como 'Falso testigo' o 'Malas influencias', y la cosa le fue mejor, a él como director y a nosotros como espectadores. Eran otros tiempos. Roberto Santiago por su parte debutó con una comedia bastante pobre llamada 'Hombres felices' para, acto seguido, hacer la de Álvaro Sáenz de Heredia y echar mano del chico de moda, Fernando Tejero, para situarse en el mapa con 'El penalty más largo del mundo'... de cuyas rentas parece seguir viviendo.

Porque la cinta respondió en taquilla aunque sólo valiese para alimentar el ego del citado Tejero. Desde entonces han venido 'El club de los suicidas', 'Al final del camino', 'El sueño de Iván', '¿Estás ahí?' y 'Sólo para dos', ejemplarizando uno de esos casos en los que sólo con la mención de una filmografía ya está todo dicho. En otros tiempos Curtis Hanson se reinventó, Roberto Santiago... no. Ahí está, a lo suyo, practicando ese costumbrismo televisivo tan español para parir, una tras otra, una serie de casposas españoladas en el peor sentido del término. Una suma simple y previsible de clichés que no funcionan en ningún momento, y un evidente ejercicio de inutilidad manifiesta a la hora de jugar con las claves de aquello que llaman umor (sin hache).

Igual es que no hay nada con lo que reinventar en lo que a materia cinematográfica se refiere, por más que sin eso sea un continuo 'Ir a perderlo y perderse'. Da igual de qué actores eche mano, con un Santi Millán en su eterno personaje de sitcom o una Martina Gusman perdidísima sin su querido Pablo Trapero al lado. 'Sólo para dos' es la séptima constatación, que se dice pronto, de que Roberto Santiago ni sabe ni debería de dirigir... comedias, al menos. Y especialmente tras leer declaraciones como “en esta historia nos vamos a reír del amor, de los celos, las mentiras, los engaños, las medias verdades y de la crisis” en donde parece que se le ha olvidado mencionar que, también, se van a reír del espectador. En otros tiempos, tal vez...

Nota: 3.0

por Juan Pairet Iglesias

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