"Hay pasiones de las que no puedes escapar" se lee en el póster de 'Serena'. Cada vez es más habitual que a la hora de escribir me quede embobado mirando el cartel de una película en un llamamiento desesperado a la inspiración. "No hay que juzgar un libro por su portada" dicen algunos, tan cierto como que "la portada forma parte del libro" con el que se puede responder. Del mismo modo, a menudo los pósters se ven diferentes en función de sí se ha visto o no la película, de sí nos ha gustado o no, de sí con o sin conocimiento de causa se llega a entender o a interpretar un verdadero o un posible significado... si es que lo tienen más allá de servir de portada a un libro, simplemente, porque todo libro tiene que tener una portada por exigencias de su definición.

"Hay pasiones de las que no puedes escapar" se lee en el póster de 'Serena'. Más bien es posible leerlo, si se logra desviar la atención de los caretos de Bradley Cooper y Jennifer Lawrence que predominan descaradamente en este tosco modelo de cartel al uso. Quién lo pueda ver, pongamos que en el Metro a la velocidad media de un transeúnte cualquiera o en un autobús que está de paso, posiblemente sólo reparará en la presencia de ambos actores independientemente de que acierte a ponerles nombre o a saber de qué va la película. Porque ya sabemos que si sus caras han de ocupar mínimo el 50% del cartel es porque el cine es un arte eminentemente visual, de ahí que mínimo el 50% de los espectadores que acuden al cine no suelan saber dónde diantres se meten (en una de las muchas cosas que la Fiesta del Cine ha puesto de manifiesto).

En fin, que toda esta banal diatriba que parece improvisada de madrugada a rebufo de un par de cervezas (de más) es simplemente para llamar la atención sobre el detalle fundacional de dicho cartel, el mismo que pasará tan desapercibido para el común de los mortales como la mayoría de todos esos descuentos que hacen viable acudir al cine al margen de fiestas, guateques o verbenas. Esto es, "De la directora Susanne Bier". Y el conocimiento es poder y "Hay pasiones de las que no puedes escapar". La de la Señora Bier es el drama en su expresión más sádica y enfermiza, pueril, alevosa y con quimérica saña de la que sólo se ha librado Pierce Brosnan, y puede que simplemente porque desde que ejerciera como 007 tiene licencia para hacer lo que le venga en gana. La fama le precede: es leer el nombre de Bier y cualquier otro elemento del póster se muestra irrelevante.

Y no cabe duda que 'Serena' es un drama a la altura del genio de una Sra. Bier a la que sólo su desmedido afán por la crueldad para con sus personajes priva de cotas mayores. Indudable su experiencia, su solvencia y su buena mano con los actores. Como es indudable que cuando acierta... acierta. Pero también es indudable que cuando no el resultado se aproxima escandalosamente a la parodia, siendo el de 'Serena' una de las raras ocasiones en las que el todo se encuentra justo en medio de la nada. Tal vez por trabajar bajo pabellón americano, tal vez por trabajar con un guión ajeno, tal vez por la necesidad de rendir cuentas al disponer de dos (solventes) estrellas cuyas caras ocupen el 75% de la superficie de su cartel. Sea lo que fuere 'Serena' es el fallido término medio de un Bier que no deja nada claro si hay que acompañar con las risas o con los lloros.

O como se suele decir tradicionalmente, como el perro del hortelano. Ni contigo ni sin ti. Porque la Sra. Bier suele apostar tan fuerte como para que sus envites causen algún tipo de reacción en nuestros riñones, al menos, hasta la llegada de este folletín para plañideras, un tosco modelo cercano al amago retribuido de compromiso. La Bier parece que se deja usar de cara a este chusco, inane y acartonado telefilme al servicio de la estrella centrado en el drama en vez de en los personajes, en un vicioso (y viciado) despilfarro melodramático que busca con ahínco el conflicto antes que dotar de sentido, pasión o autenticidad a ese mismo conflicto. No es tanto que sea mala, es más su aterrizaje en una zona de confort dónde no hay nada más que lo que el cartel está mostrando, el artificio de un algo tan retocado por el Photoshop que cuesta encontrarle una pizca de humanidad, o de personalidad.

Nota: 5,0

Por Juan Pairet Iglesias