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'Quemar después de Leer': Idioteces para no idiotas

Vía El Septimo Arte por 09 de octubre de 2008

Osbourne Cox, un veterano analista de la CIA, acaba de ser despedido por sus problemas con el alcohol. Abatido por estar en el paro y por sus problemas conyugales, decide tirar adelante escribiendo sus memorias, relatando en ellas todo lo vivido en la Agencia. Mientras, la solitaria y enamoradiza Linda intenta por todos los medios reunir el dinero suficiente para poder pagarse cuatro operaciones seguidas de cirugía estética. Al mismo tiempo, Harry Pfarrer va de cama en cama, siendo infiel no sólo a su esposa, sino a su siempre creciente lista de amantes. Tres polos que aparentemente nada tienen que ver, pero que acabarán produciendo un colosal choque de trenes.

Muy alto habían dejado el listón los Coen después de su estupendo último largometraje. Ya fuera por esto o bien porque ‘Quemar después de leer’ fue rodada casi simultáneamente con ‘No es país para viejos’ (lo cual implicaba quizás demasiado poco tiempo de planificación), lo cierto es que de entrada, la cinta no acababa de transmitirme buenas vibraciones. Además, los primeros minutos del filme, aunque con algún que otro toque de genialidad -qué menos podía pedirse-, no terminaron de engancharme. Los peores temores se estaban cumpliendo… cegados por su reciente y brillante éxito, estos inconfundibles cineastas se habrían vendido a la lujosa maquinaria hollywoodiense para acabar firmando su primera película realmente decepcionante? Nada más lejos de la realidad.

Los Coen son la prueba viviente de que dos cabezas pensantes son mejor que una, y ponen todo su ingenio para conseguir una obra que por una parte podría ser considerada como “menor” dentro de su imponente filmografía, pero por otra parte hace gala de un pegadizo y excelente sentido del humor. Aunque la mayoría de sucesos con los que nos vamos encontrando a medida que avanza la trama entren dentro de la categoría de “tontería”, no por ello el conjunto queda desprovisto de mensaje. ‘Quemar después de leer’ nos habla de cómo la paranoia hacia el “enemigo invisible” ha acabado idiotizando la sociedad hasta límites insospechados. Pero eso sí, habla de ello de una manera nada cargante y lo más desenfadadamente posible. Tanto que a veces se podría pensar que la historia se reduce a un encadenamiento de gags a ratos no tan bien hilado como sería de esperar. No obstante, ahí radica el encanto de la cinta.

Otra buena razón para confiar en esta obra son las actuaciones de las principales estrellas que participan en ella. George Clooney y Brad Pitt se sumergen de lleno en sus disparatados y desmitificadores papeles. El resultado es algo histriónico pero incuestionablemente divertido. Como no podía ser de otra forma, los Coen se apoyan en un más que desarrollado elenco de secundarios (de hecho, todos los actores aquí vendría a serlo). Frances McDormand, John Malkovich, Tilda Swinton, Richard Jenkins… cada uno genial en su personalidad y trasfondo. Un reparto coral que ayuda a articular mejor esta hilarante comedia, experta en contagiarnos su buen rollo.

Estos dos genios del cine lo han logrado de nuevo. Han vuelto a coger un granito de arena y con él han creado una montaña. En ‘El gran Lebowski’ por ejemplo el granito fue una alfombra manchada de orina. Aquí el detonante es un CD repleto de banales recuerdos. Esta es la grandeza de estos hermanos nacidos en Minnesota, que nunca sabes por dónde te van a sorprender. Al final, antes de que se cierre el telón, los idiotas se preguntan si han aprendido algo de la experiencia. Puede que ellos no lo hayan hecho, pero nosotros sí logramos extraer una importante conclusión: aunque parezca que lo hagan sin querer, los Coen están en estado gracia.

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