Los guionistas de la interesante 'Bad Santa', y la algo menos y recientemente secuelizada 'Como perros y gatos', debutan en la dirección con esta se dice que polémica cinta que llevaba un tiempecito ya cogiendo polvo vaya usted a saber dónde. Absurdas y rancias polémicas al margen que no merecerían ni mención alguna si no fuera por cumplir con los estándares de la información, 'Phillip Morris, ¡te quiero!' se presenta como un soplo de aire fresco para la cartelera aunque sólo sea por apuntar ideas y maneras hacia un "algo distinto", gustosa pero temible valentía dentro del cine de consumo que inmisericorde dispersará su impacto en todas las direcciones posibles como adaliz del "allá usted" y "no se fíe de lo que digan", recopilando opiniones que copen todo el espectro posible entre el bien y el mal, y un poco más allá. En suma, una indefinible y dispersa producción por demás notablemente irregular de resultados más bien contradictorios por cuanto sus aciertos eminentemente satisfactorios se ven empañados por cierto poso de amargura al no ver corroborado todo el potencial que albergaba la propuesta tras su vigoroso inicio.
Increible pero cierta, presuntamente, lo es esta historia mayormente verídica, siempre dentro de los márgenes que la suspicaz manipulación fílmica permite albergar, que John Requa y Glenn Ficarra nos cuentan en esta su ópera prima como prometedores cineastas a considerar, esperemos, en un no distante futuro. Pivotada casi en exclusiva en torno al personaje de Steven Russell, al que un no siempre bien ponderado Jim Carrey dota de una amoral y convincente dimensión humana y merecedor de un libro, una película, un videojuego y lo que se precie, se trata de un estafador gay 'bon vivant' cuyo amor por el Phillip Morris del título rivaliza con su amor por el verde del dólar, al que cuesta querer de la misma manera que resulta difícil no prestarle atención, y que permite un devenir narrativo jalonado por un soterrado sentido del absurdo que depara más de una sorpresa por el camino. Llámese comedia con ribetes dramáticos o drama con brotes de humor negro, no deja de ser una tragicómica visión sobre la compleja simpleza humana de una vida ante la que nunca sabemos si reír o lllorar. C'est l'amour!!No es tarea fácil trasladar de forma plenamente satisfactoria, ya sea sobre el papel o al celuloide, una historia de largo recorrido con tantos cambios de marcha, variables y posibilidades dramáticas en la que, al igual que a la hora de cocinar, se hace verdaderamente muy importante tener en muy buena cuenta la medida, dosis y forma en la que mezclar sus ingredientes para ofrecer un guiso que resulte sabroso al paladar. Esta historia de trasfondo romántico que tanto se gusta de ser idolatrado entorno a la búsqueda de la identidad propia de cada uno, vendría a ser un cruce a mitad de camino entre la comedia romántica más o menos tradicional, aun con pinzas y entre dos hombres eso sí, matiz que esgrima una variante notoria especialmente para mentes aún no del todo liberadas de prejuicios, y el drama en torno a la figura de un estafador consumido por sus propias mentiras y elaboradas triquiñuelas. Las notables interpretaciones de Carrey y McGregor cimentan las dos vertientes de una historia a la que habría que añadir retazos de otra índole más variables y caprichosos, aunque siempre desde un punto de vista un tanto frivolo, trivial y ciertamente amoral, donde tal vez a cambio de no juzgar a los personajes se les maneja con algo de frialdad de cara al espectador, de ahí que a pesar de los loables esfuerzos interpretativos los personajes que pululan el relato no acaben de cobrar vida del todo ante nuestros ojos.
De tratamiento abierto y sin tapujos en torno a unas relaciones homosexuales cuyos tópicos explota con sorna paródica, y más centrado en el retrato abierto que en el biopic maniático, 'Phillip Morris, ¡te quiero!' juega a la indefinición como un arte, un anclaje de doble filo ante algo que no deja de ser nada siendolo todo y viceversa, pretendiendo abarcar más quizá de lo abarcable para una producción que mira hacia los clásicos como fundamento, con cierto halo a cine independiente matizado por un gusto popular y condescendiente, inequívocamente valiente pero sólo hasta un punto medio, y cuya aparente provocación irreverente no es más que una pose promocional que no acaba de ser asumida del todo como parte íntegra y activa de su discurso narrativo. Aun sin ser una comedia pura sus fotogramas están teñidos de un inherente sentido del humor, aun sin ser un drama puro sus fotogramas están teñidos de un inherente sentido dramático. Por momentos divertida, en otros dramática, lo cierto es que guste o no guste en función de una expectativa siempre traicionera cabe reconocerle al film el mérito de escapar de un tradicionalismo argumental tópico aun sin dejar de estar maniatado por cierta previsibilidad narrativa, rota no obstante por la imprevisibilidad de sus numerosos giros argumentales y variedades tonales que ofrece este relato repleto de hayazgos puntuales que mantienen la consistencia sujeta a una historia que amenaza con escapar o diluírse a cada nuevo trazo.
Los ya nombrados difusos contornos de algunos pasajes de su narración, los altibajos en la efectividad de su ritmo, ciertos ragos de previsibilidad en el guión o la cierta intrascendencia de su mensaje final dan buena fé de la imperfeción de un producción a la que empaña su buen hacer en líneas generales. Glenn Ficarra & John Requa son novatos. Hay que entender que su relativa valentía tal vez no se sobreponga a su inexperiencia, y para un primer trabajo que tanta ambición potencial representa bastante logro puede ser ya que el relato nunca acaba de escaparseles de las manos, y albergando siempre la duda sobre si su falsa pero polémica condición ha manipulado su resultado creativo de alguna forma. No obstante, el balance final entre aciertos y carencias arroja un saldo evidente en favor de los primeros, sin duda, donde además las muestras de talento ofrecen picos de mayor intensidad que los momentos algo menos lustrosos, algo que sumado a los muy ajustados 90 minutos de metraje convierten a este 'Phillip Morris, ¡te quiero!' en una muy sugerente opción no exenta de cierto riesgo, aplaudamos ante ello, con la que alternar fuera ya de los blockbusters que patrocinan la venta de aires acondicionados en estas fechas.
Nota:
6.9
por Juan Pairet Iglesias
Fallo mío, que aunque lo busqué no lo encontré...
Película llena de ingenio con los dos protagonistas muy metidos en el papel (que por cierto, ¡qué papel! )
Tiene momentos desternillantes, como por ejemplo:
Spoiler
Cuando cae fuera del contenedor de la basura es genial
Nota: 6.
Yo las veo distintas: 'Phillip Morris ¡Te quiero!' es más una historia con muchos elementos que tal vez no acaba de estar del todo bien unidos, mientras que 'Los hombres que miraban fijamente a las cabras' es una especie de broma a la que al final se le acaba el fuelle. La diferencia fundamental es que la primera tiene un final hacia el que ir, la segunda no, o al menos así es como lo veo yo.