El amor entre Alex y Niki no había estado nunca tan fuerte. Después de haber declarado abiertamente sus sentimientos y de haber pasado una temporada de retiro en el faro de la isla de Blu, ambos deciden llevar su relación al siguiente nivel, lo cual sólo puede entenderse como matrimonio. Así, la feliz pareja se vuelca por completo en los preparativos de la ceremonia, y es entonces cuando los problemas se multiplican: mala sintonía entre las familias de los novios, mala gestión de la relación, miedo al compromiso... un sinfín de obstáculos para el idilio.
Justo cuando creíamos que habíamos recibido suficiente azúcar; justo cuando creíamos que nos habían bombardeado lo suficiente con tópicos amorosos; justo cuando creíamos que ya no quedaban más tonterías que decir sobre las relaciones en pareja... con Federico Moccia topamos, de nuevo. La culpa de esta reaparición no la tiene él, sino el gran público, que hasta que se demuestre lo contrario, es quien manda aquí, y que por increíble que parezca, sigue viendo con buenos ojos esas tonterías que en el mejor de los casos, no hacen más que ofrecer un puñado de respuestas fáciles relacionadas con esa fuente eterna de ingresos -es lo que es- llamada amor.
El parecido más que razonable entre los títulos 'Perdona si te llamo amor' y 'Perdona pero quiero casarme contigo' es un claro indicativo del también más que parecido razonable entre ambos productos finales. Que se alegren pues los fanáticos de Moccia (que a juzgar por el éxito de ventas de sus libros, y el buen funcionamiento de sus respectivas adaptaciones cinematográficas, no son pocos), y que empiecen a subirse por las paredes sus detractores (los cuales espero de todo corazón que tampoco sean escasos en número). Al fin y al cabo, distinguir una película de la otra es lo mismo que enfriar los nervios de la afición futbolera en vísperas de otro clásico: misión imposible.
No solo porque siga siendo indignante la poca chicha que se le saca a una relación potencialmente tan morbosa; no solo porque absolutamente todos los personajes que desfilan ante nuestros ojos sean los mismos; no solo porque los problemas que les conciernen se repitan... y nos sigan importando un bledo, todo sea dicho. Más que por todo lo expuesto (y otros muchos argumentos que ni vale la pena mencionarlos), lo que a fin de cuentas hace que en nuestra mente no entre nada más a parte del concepto déjà vu es la vomitiva autocomplacencia en la que tan gustosamente cae el filme.
¿A quién le importa la ligereza (por no hablar de banalidad, o estupidez) de la historia? ¿A quién le importa que las bromas que hacen avanzar la trama parezcan en el mejor de los casos un refrito de delicatessen casposas del calibre de Noche de fiesta o Escenas de matrimonio? A nadie, porque aquí únicamente se ha venido a sacar pasta de la concepción de la vida en pareja como principio inamovible. Y maldito para toda la eternidad sea el infeliz que ose plantearse una filosofía que difiera en el más mínimo detalle. ''Dios mío, qué he hecho... ¡me he quedado soltero!'' ironizaba el malogrado Pepe Rubianes, en paz descanse.
Otro maestro de la ironía (pero muy a su manera, para no decepcionar al personal), es el mismísimo Silvio Berlusconi. El famoso político/magnate experto en escándalos de toda índole, no se contenta con ser el amo y señor de un club de fútbol, varios canales de televisión, o, por qué no decirlo, de un país entero... también lo es de Medusa Film, una de las productoras fílmicas más potentes de Italia. Productora que por cierto se ha encargado de financiar el último caprichito del infame Federico Moccia, un autor cuyas obras desprenden -casualidad o no- un fuerte tufo, idéntico al que de buen seguro debe surgir de las glándulas sudoríparas de ''il Cavaliere''. La infidelidad vista como un chiste más, la farra y el flirteo continuo como elementos imprescindibles para fomentar la cotidianidad, jovencitas despampanantes que camuflan con una falsa imagen de independencia su desesperación por arrojarse a los brazos protectores del primer macho alfa que vean... Un panorama ideal para desconectar el cerebro... lo mismo que debieron hacer los responsables de esta olvidable comedieta.
Nota:
3,5 / 10
por Víctor Esquirol Molinas