'Los héroes del mal' - Deuda de sangre (joven)
Las deudas son sagradas. Y las deudas hay que pagarlas. Siempre, de una u otra manera. Las deudas son el recurso más básico con el que poner a prueba la integridad de cualquier persona, especialmente cuando estas se contraen en un momento de necesidad. Y aunque sean a las que nuestras cabezas remiten automáticamente, no hablamos de las económicas, en realidad, las más irrelevantes del mercado que nos evalúa como personas. Las más valiosas son en las que no media el dinero, las del hoy por ti y mañana por mí, en las que de verdad ponemos algo de nuestra parte.
La deuda contraída por ejemplo por los dos principales protagonistas de 'Los héroes del mal', dos teóricos marginados -ni tanto ni tan poco- que encuentran en su amistad la clave de su supervivencia (anti)social -ni tanto ni tan poco-. Y todo es muy bonito, tanto al menos hasta que todo deja de serlo y hay que pasar de las palabras a los hechos. O dicho de otra manera, cuando las palabras han de ratificarse y el paso del tiempo deja atrás a quienes fuimos ayer, más no a quienes somos hoy ni a quienes seremos mañana.
A uno se le viene a la cabeza la ambigüedad indiscreta de 'El club de la lucha' como virtual padre de familia. Como instigador latente, como co-autor intelectual. La ópera prima del en otros tiempos actor Zoe Berriartúa, puede que les suene, es de una anárquica y nihilista tosquedad adolescente en la que sobresale la voluntad por encima de las maneras. Sin elegancia, pero con esa marca España tan pasada de rosca propia de su productor, Álex de la Iglesia, en donde los niveles de picaresca, burla y orgullo patrio se entremezclan sin solución de continuidad.
Una obra claramente primeriza, irregular, por supuesto que inmadura, algo inconsistente y posiblemente con un toque nada despreciable de estupidez, que hablamos de unos adolescentes que vistos desde la lejanía y la distancia, me perdonen, siempre lo tienden a parecer, pero a la vez tan forzadamente tragicómica que resulta de lo más simpática. Por su arrojo, por su voluntad. Por su capacidad para tirar hacia delante con esa chulería de barrio de quién aún no ha recorrido lo suficiente como para tener qué mirar hacia atrás.
Nota: 6.5
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex