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'La guerra de los botones': Érase una vez en la Francia ocupada...

Vía El Séptimo Arte por 10 de noviembre de 2011

Las intenciones de Christophe Barratier para con su versión particular del popular relato de Louis Pergaud al situar la acción de este en el marco de la Segunda Guerra Mundial resultan bastante evidentes... por más que su buena intención artística no venga acompañada de la maña y fortuna necesarias para evitar dar forma con ellas a una producción inconsistente e irregular que intenta abarcar mucho, demasiado, sin lograr apretarle las tuercas a sus diversos elementos lo suficiente para que el resultado alcance para ser una posible alternativa a la hora de presentar al citado Barratier, quien tendrá que seguir echando mano de 'Los chicos del coro' como carta de presentación.Si el primer paso hacia el fracaso es intentarlo, por lo menos cabe agradecerle a Barratier que se haya salido del trazado más rudimentario a la hora de reposicionar en la gran pantalla la historia ideada hace ya 100 años por el malogrado Pergaud, sea o no por el influjo de la existencia de esa "otra nueva" versión alternativa y coetánea visualizada a través de los ojos del realizador Yann Samuell. Lo cierto es que lejos de valerse de un simple recalibrado de los valores que acuñaban la versión de 1962 firmada por Yves Robert, Barratier apuesta por meterle un peso -que sin embargo a la postre se convierte en lastre- a su narración reflejando las agresivas travesuras de un grupo de mini gabachos en las peripecias de sus mayores envueltos en un juego algo más serio al que la historia quiso bautizar como la Segunda Guerra Mundial.

En esta Francia ocupada por los nazis puede que no nos encontremos a nadie con la sonrisa inquietante de un Hans Landa como el de Christoph Waltz, pero la presunta trascendencia con la que se pretende vestir lo que no debería de ser más que un juego de niños transforma sobre y durante la marcha un relato nacido para la inocente simpatía en un alegato a favor de una causa de difusa focalización y resultados intrascendentes, donde la seriedad siempre más aburrida de los adultos que debiera servir de simple y banal contrapunto se torna en inoportuna y molesta visita. Demasiado seria para ser una comedia, demasiado dispersa para ser tomada en serio, y demasiado errática como para que su discurso termine por asentarse en cualquiera de sus formas. No es tanto el Barratier realizador como el Barratier guionista, no es tanto el encontrarse con una comedia que tal vez no haga tanta gracia como pudiera como el encontrarse con una torpe lectura unidimensional disfrazada de historia a la que no se la esperaba.

El potencial de esta "guerra", aunque de manera menos preocupante que el de la mantenida el año pasado por 'Los niños de Timpelbach', otra producción que trataba en vano apuntarse como referente del costumbrismo francés moderno, se diluye a medida que avanza el metraje de igual manera que las fuerzas de los nazis se desgastaban a cada nuevo paso en dirección a Moscú. Puede que sin llegar a perder ni la esperanza ni la buenas maneras, manteniendo así a flote unas apariencias que con el rostro de unos tiernos infantes sobreviven casi hasta su dilapidado punto... y seguido, pero enfrentándose sin la convicción necesaria a sus batallas como para hacernos creer que la vida puede ser tan bella como nos enseñó ¡Roberto!, verdadero frente donde termina por perderse un conflicto que en términos deportivos se le escapa a Barratier a los puntos. Y eso que quien tiene un niño, si logra que no le salga repelente como es el caso, tiene un tesoro equiparable a un frasco repleto de botones... pero como los adultos siempre tienen razón, los adultos siempre tienen la culpa.

Nota: 5

Por Juan Pairet Iglesias

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