Nelson Mandella vale por lo que representa en el mundo de la lucha de igualdad racial (entre negros y blancos) tanto como los grandes íconos americanos como Martin Luther King. Esto queda patente en la nueva producción de Clint Eastwood ('Gran Torino' 2009) "Invictus" que narra la historia de uno de los grandes proyectos del primer presidente de raza negra en gobernar en Sudáfrica.
Los proyectos históricos son interesantes. Sobre todo porque se tiene la oportunidad de entender lo que hizo grande a estos hombres más allá del mito y ver cómo fueron en realidad, como lucharon contra la adversidad y como lograron ese triunfo que todo el mundo conoce. A pesar de ello, este no es el caso. Eastwood esta vez opta por retratar un idealismo y simbolismo por medio de sus actores, sus obras y sus significados. Nada dentro de la película se percibe como auténtico. Desde el hecho que el presidente Mandela (Morgan Freeman) parece sólo la representación carnal de los ideales hasta un pueblo que es unido por un partido de Rugby, todo se siente demasiado forzado y colocado para que cada pieza caiga en su sitio sin contratiempos.Hacer crítica es más que contar una historia. Sin embargo parece que Eastwood no se quiso complicar esta ocasión. Si bien en Gran Torino nos hace una disección de la comunidad americana, en este proyecto lo importante es dejar en claro la importancia de un movimiento político y la grandeza de un hombre. Ambos objetivos se logran con claridad, a pesar de ello se percibe que algo ha faltado.
La sensación se debe a que la problemática del apartheid no es tratada fuera del cuerpo de seguridad que cuida al presidente (y que jamás se comprende el porqué de su existencia). Tanto campo de trabajo concentrado en sólo unas cuantas personas deja el problema claro y digerible, pero a la misma vez una superficialidad que no convence. Hecho esto, Freeman ('Wanted' 2008) interpreta a un persidente que cada vez que habla suelta una frase digna de ser recordada, esto sólo vuelve distante a su personaje y termina por jugarle en contra a pesar de su buena actuación. Artificial de igual manera la actitud del equipo de Rugby y su reticencia a cambiar su manera de ver el mundo. No es creíble. Pero Eastwood no buscaba nada de ello.
El objetivo se cumple a manos llenas. Los simbolismos y la transmisión de la importancia de ganar la copa del mundo es inmejorable. Precisamente he ahí el valor de la obra y el sello de un gran director. Serio, sobrio, sin desviarse de su meta, Eastwood lo vuelve a hacer, nos tiene comiendo de su mano en las escenas finales donde, después de analizar la problemática se dedica a hacernos vivir el Rugby como verdaderos fanáticos. Misión cumplida.
por Jalex
Eastwood nunca depepciona. Un 8
sos groso
Una gran pelicula para tan poco comentario... me enseñaron grandescosas, la superacion personal es una de ellas. Perfecta para el m,omento que estoy viviendo
grandioso
y de nuevo grandioso
Damon vale para lo que sea, y Freeman, que en un principio no me convencía demasiado para el papel, lo borda
Nota: 8.
+100000000000
Y ese mensaje deberíamos tenerlo todos en el corazón.
Me ha gustado. Eso si, no se le dan bien a Clint las escenas deportivas.